lunes, 6 de junio de 2011

"EL JUEGO Y LA COMPETENCIA" Prof. Pedro Miguel Fernández Hernández

Segun Raimon Panikar: “el que vence engendra odio, el que es vencido sufre; con serenidad y alegría se vive si se superan victoria y derrota”.

Al principio Dios creó al ser humano, lo creó en libertad gratificante, para vivir abierto a la universalidad en relación de iguales. Pero el ser humano abandonó la libertad gratificante de Dios para someterse a la imponente esclavitud satánica de convirtirse en superiores.

Desde su génesis, la humanidad comenzó a rendir culto al vencedor en detrimento del vencido. Esto empezamos a verlo en las guerras mitológicas de los dioses antiguos, seguidas por las guerras de los humanos. En ésta última, el vencedor celebraba junto a su deidad la victoria obtenida. De aquí que la victoria de se sacralizó y se divinizó. Pues, en mundos teocéntricos y etnocéntricos la victoria no era simplemente del pueblo, sino del dios nacional que vencía por su pueblo.

El sentido de superioridad, de demostrar que se es mejor que el otro, origina la competencia; en la cual, el otro deja de ser prójimo para convertirse en oponente. La competencia como tal es una lucha constante por demostrar quien es el superior.

Lo patético en todo esto es que un rasgos característico del sentido animal del ser humano se eleve hasta la sacralización, llegando a permear realidades tan libres y gratificantes, como los es el juego.

Según Gadamer, citado por José Amando Robles, el juego en esencia sólo es entretenimiento y distracción. El juego es solamente eso, juego, y como tal se contrapone al resto de la vida, que por naturaleza es seria. Este es en tal modo, que forma una especie de realidad total y autoreferencial. De manera que sólo cumple el objetivo que le es propio, distracción y entretenimiento, cuando el jugador se abandona del todo al juego. Dicho en otras palabras, el juego mismo tiene una seriedad que se basta a sí misma.

Aquí se hace necesario volver a Panikar, pues el juego como tal es serenidad y alegría de vida, ya que el mismo trasciende el dualismo victoria-derrota. En el juego, contrario a la competencia, nadie está preocupado por ganarle al oponente, sino que ambos en otredad se entretienen y se distraen envueltos por una realidad subyacente al mundo competitivo que les rodea. Por desgracia, se nos ha instruído para que experienciemos el juego de forma competitiva, destruyendo así, la auténtica naturaleza intrínseca del juego. Cuando en el juego se busca la victoria de unos sobre otros, inmediatamente deja de ser juego para convertirse en competencia.

Hoy muchas personas mueren estresadas, porque el sistema imperante les hace asistir de manera impositiva a una competencia constante, para alcanzar la superioridad. Hoy el individualismo reina, porque el egoísmo interesado del ser humano le lleva, por ser superior, a mirar al prójimo como oponente. Se ha olvidado el ejemplo de Jesús, se ha rechazado la naturaleza con que Dios nos creó al principio.

En medio de esto, sólo queda un camino posible. Es aprender de Jesús, que nos llama con invitación perpetua a amar aún a nuestros enemigos. Aprender a ser competentes, no competitivos. Volver a ser niños, viviendo mundos mágicos donde todos y todas tenemos participación, donde nadie es superior, donde seamos iguales. Esta es nuestra proyección utópica de un mundo que se encamina paulatinamente al precipicio creado por el dualismo victoria derrota.

“EL AMOR” Por: Pedro Miguel Fernández

El amor es mucho más
Que una simple expresión.
Es el concepto que expresa
La misma esencia de Dios.

El amor es mucho más
Que vanas palabrerías.
Es verdad más absoluta
Que ciencia y filosofía.

El amor es mucho más
Que un simple sentimiento.
Es el poder que trasciende
Todos los conocimientos.

No se demuestra con acciones,
Ni con frases conocidas;
Se expresa con lo que somos,
Se expresa con nuestra vida.

No es algo que se obtiene
Por una mera coincidencia,
Es la parte del individuo
Que origina su existencia.

No es algo que se construye
Cuando nos enamoramos.
Es lo central de nuestro interior
Que hay que exteriorizarlo.

El amor es amor
Por los sacrificios que hace.
Es su esencia de amor
Que lo hace sacrificarse.

El amor no es amor,
Por dar la vida entera.
Es por su esencia de amor
Que por completo se entrega.

El amor es como el silencio,
Que para todos es nada,
Pero trasciende el ruido
Que en esta tierra se haga.

Es el interés sin interés,
Que a nada es funcional,
Por eso el amor es
Gratuito e incondicional.

El amor es libertad,
Es la entrega sin más;
No es egoísta ni excluye,
Sino que es universal.

Como no es funcional
A necesidades humanas.
“El amor es el silencio
Que le canta a la nada”.

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