domingo, 10 de diciembre de 2017

“SIMILITUDES Y DIFERENCIAS: Implicaciones Psicosociales”

 Por: Pedro M. Fernández

Desde los albores de la filosofía griega (tomando como ejemplo el pensamiento occidental) nos hemos percatado de la diversidad de la naturaleza. Como decimos popularmente, ni aún los dedos de una misma mano son iguales, aunque todos son dedos y aunque pertenezcan a la misma mano. Este ejemplo implica una relación bidireccional en la cual no es fácil discernir quién depende de quién, a saber: en la diversidad existen elementos unificadores o en la homogeneidad existen elementos diferentes. El punto de partida de estas dos direcciones dependerá del punto de vista del intérprete, sea que piense que la homogeneidad es la regla o que lo es la diversidad. La realidad es que cada uno de estos puntos de partida tendrán consecuencias diferentes sobre la interpretación de la realidad.

Fenomenológicamente podemos observar que la naturaleza es variada, existen diferencias entre las especies y dentro de la especie; lo cual es lógico, porque cada especie es diferente a la otra y porque una misma especie está compuesta por individuos que tienen sus especificidades. Aunque desde otro punto de vista podría decirse que dentro de la especie existe homogeneidad y algunas desviaciones, las cuales, dicho sea de paso, deberían ajustarse a la norma.  Desde el punto de vista de la homogeneidad sería pertinente preguntarse si la homogeneidad es global o si es de características particulares.

Desde el punto de vista de la Psicología, específicamente de la Psicología Diferencial, nos interesa analizar las diferencias y similitudes que se presentan en los seres humanos, no sólo a nivel morfológico, sino también (y principalmente), a nivel psicológico. Para los fines, la pregunta clave aquí es ¿en qué somos similares y en qué somo diferentes los humanos?

Para ilustrar volvamos al ejemplo de los dedos. La primera similitud es semántica, todos son dedos. Luego, los dedos pueden ser de las manos o de los pies; podrían ser de la mano o pie derecho o izquierdo. Si tomamos los dedos de la mano izquierda, todos tendrían en común que son dedos de la mano izquierda. Pero se diferencian en la posición que ocupan, en tamaño, en grosor, en huellas dactilares, etc.

Los dedos nacen, crecen y se mueren juntos y tienen una posición fija en un pie o mano específica, y aun así son tan diferentes. ¿Qué pudiéramos decir del ser humano? Dos niños o niñas nacen y crecen juntos, reciben la misma educación y comparten con las mismas personas, y luego son tan diferentes el uno del otro. ¿A qué se debe esto? Parece ser que en la interacción cerebro-ambiente (la experiencia con el ambiente) va moldeando el cableado cerebral dando como resultado un conectoma único en cada individuo (persona).

Observando esto, pareciera ser, sin ánimos de categorizar, que el ser humano es diverso y en dicha diversidad existen rasgos comunes a los que se les da un valor principal al punto de indentificar con ellos a un grupo e invisibilizar otras diferencias y similitudes. Esta sería la base de los estereotipos sociales.

Ahora, si esto es así, ¿por qué es así y qué implicaciones tiene a nivel psicosocial? Los estereotipos, igual que las taxonomías parecen contribuir a una economía de la percepción, pues clasificar la realidad por características comunes hace más fácil el conocimiento de la misma. Pero esta misma realidad, a nivel psicosocial, puede servir para sustentar prejuicios y sesgos atribucionales a la hora de emitir un juicio, pues haciendo uso de la heurística de disponibilidad nuestros procesos de pensamientos toman como base la información próxima a la consciencia respecto a un grupo particular. En una mente acrítica esto puede sustentar el sesgo. Ejemplo de ello son las generalizaciones (todos los hombres son iguales de infieles…) y los sentimientos, pensamientos y cambios conductuales que se producen en torno al objeto de la generalización. De hecho, todo esto sustenta expectativas y relaciones causales injustificadas.

Existen diferencias entre personas y dentro de la persona, pero también entre los grupos y dentro del grupo. Además, existen similitudes en estas dimensiones. La variabilidad y el cambio sustentan dichas diferencias. Porque la persona va cambiando en la medida en que crece y se desarrolla, por lo cual es diferente de un momento a otro de su vida en cuanto a su forma de ser, sus capacidades y sus intereses, por ejemplo. Asimismo, la forma de ser, las capacidades y los intereses diferencian a una persona de otra y agrupan a unas personas con otras, porque pueden compartir ciertas características, capacidades o intereses comunes.

El peligro con todo esto es que en la construcción de estereotipos se sobrevaloran ciertas características como si fueran la identidad global de la persona y se juzga su totalidad en torno a dicha característica que le identifica como parte de un grupo. Pero esto tiene dos implicaciones más. Estas dos implicaciones se corresponden con los puntos de partida de los que hablamos al principio: la homogeneidad y la heterogeneidad.

Si se entiende que los seres humanos son homogéneos, probablemente se apoyará el principio de normalidad y todo lo que no entra en el rango de normalidad es anormal, susceptible, por tanto, de satanización, patologización, exclusión, etc. Y en tal caso, necesitado de exorcizar, medicalizar o restaurar para que pueda ser parte del grupo de los “normales” o de los “salvados”. Todos deben encajar con el promedio (norma), lo demás está mal.

Si se parte de que los seres humanos son diferentes y se sobre valoran ciertas diferencias, se podría llegar a pensar que ciertos seres humanos son superiores a otros por sus características personales o por la posición social que ocupan dentro del grupo, lo cual sustenta diferencias de clases, exclusión social, discriminación racial, etc. Y todo esto empeora cuando se entiende que dichas diferencias son biológicas, porque se justifica como natural ciertos estados de superioridad de unas personas o grupos sobre otros. Además se pueden sustentar, como hemos dicho, estereotipos y prejuicios dándoles a ciertas características el grado de globalizadoras de la identidad de una persona o grupo, porque así la persona pierde su individualidad en el grupo.

En definitiva, el problema de la diversidad no es la diversidad per se, sino la percepción social que se tenga de las diferencias, el sistema de valores e ideologías que en torno a ello se construyan. Y el problema de la ciencia aquí no son los datos que arroja, sino la interpretación de los mismos.


Como puede observarse, las diferencias y similitudes pueden ser utilizadas, y de hecho así ha sido en muchos casos, como una forma de justificar relaciones sociales de subordinación y exclusión de ciertos grupos, personas o rasgos. Parece ser que en ocasiones hay una tendencia en ciertas personas o grupos a utilizar cualquier situación  para aventajar o desprestigiar a otros.

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