lunes, 9 de marzo de 2020

REPENSANDO LA REALIDAD: Entre la creencia y el conocimiento

Pedro M. Fernández

Los últimos seis años de mi vida una pregunta ha ocupado de forma recurrente mi pensamiento ¿Cómo conocemos los humanos? Esta no es una pregunta novedosa, ya que, desde el pensamiento griego clásico (considerando solo a Occidente) hasta la actualidad se ha planteado esta pregunta y se han presentado diversas respuestas para la misma. Respuestas que, en su mayoría, supongo que desconozco, dada la amplitud de la producción filosófica occidental. Sin embargo, sí creo conocer la mayoría de las diversas corrientes filosóficas en las que se enmarcarían las diversas respuestas, incluyendo mi pensamiento.

Cuando abordamos la pregunta de cómo conocemos los humanos hay que tomar en consideración varios factores implicados. Por un lado, existe un conocimiento colectivo o intersubjetivo que es el conjunto de todo el conocimiento alcanzado y registrado por la humanidad desde los albores del pensamiento hasta la actualidad. Por otro lado, está el conocimiento subjetivo que es todo el conocimiento al que puede acceder una persona en particular. Estos conocimientos tienen sus alcances y sus limitaciones, los mismos se encuentran enmarcados dentro de los limistes impuestos por la biología y el desarrollo de la ciencia y la técnica.

Desde los albores del pensamiento humano
Ahora bien, conocer el conocimiento humano, implica comprender (entre otras cosas) aunque sea someramente la evolución del pensamiento humano. Desde la revolución cognitiva que nos dio acceso al pensamiento abstracto (hace alrededor de entre 70 mil – 50 mil años), hemos pasado por diversas etapas del pensamiento. Antes de esto, los homos sapiens solo contaban con el pensamiento concreto, es decir que, solo tenía la experiencia directa de las cosas, pero sin una abstracción consciente de la misma. Pero luego de dicha revolución, pasamos al pensamiento abstracto en el que podemos aprehender la realidad y abstraerla de forma consciente, lo cual da paso a la imaginación y a la búsqueda de explicación de los fenómenos circundantes.

En la primera etapa del pensamiento abstracto aparece el pensamiento mágico. En el mismo, dado que no se tiene explicación para la mayoría de los fenómenos que se perciben, se asume que los mismos son sobrenaturales. Así damos el primer paso a la creencia en la que se asume que existe algo más allá de la naturaleza física-material. Así la creencia se convierte en el segundo modo de conocer, ya que el primero es la experiencia sensorial. Las creencias condicionan a tal punto la cognición que, incluso, la misma experiencia sensorial termina enmarcándose dentro de los parámetros de las creencias del momento (las personas terminan percibiendo aparentemente lo que creen que existe). De muchos modos esto sigue invariable.

Dado lo anterior, en el pensamiento mágico, en el que los fenómenos naturales son percibidos como sobrenaturales, se desarrolla el mito como forma de explicación y el ritual como forma de llevar la fiesta en paz con esos seres malhumorados (dioses o demonios) que tienen el poder de destruirlos. Así se crea todo un conjunto de explicaciones fantásticas fruto de las creencias y la imaginación y un conjunto de rituales que respondían a dichas creencias. Es el inicio de la religión.

Con el paso de las sociedades nómadas a las sedentarias los grupos de personas se organizan, se asientan en un territorio y empieza el desarrollo de la agricultura. En este nuevo tipo de sociedad, la agraria, las personas cambian paulatinamente de organización socio-política: de la tribu pasan a formar pequeños poblados y de ahí a las ciudades-estados.

En este nuevo tipo de organización social cambian los imaginarios, se pasa en muchos casos, del animismo y el panteísmo, al politeísmo y al henoteísmo. En esta nueva comprensión, los fenómenos naturales inexplicables dejan de ser entendidos como entidades sobre naturales para ser atribuidos a entes sobre naturales. Aunque dichos entes continuaban teniendo formas conocidas: a veces forma de animales, a veces formas de humanos, o también de algún monstruo imaginario.

Llegados a este punto, cabe preguntarse ¿por qué estas etapas del conocimiento humano se basan en una intuición fuera de toda racionalidad lógica? Lo primero es que el razonamiento lógico no existía todavía, sino el razonamiento mágico. Por otro lado, se debe a la forma en que funciona nuestro pensamiento. Situación que sigue siendo igual en la actualidad, aun después de más de 2500 años de inaugurado en pensamiento lógico.

Nuestro pensamiento funciona sobre la base de sesgos, heurísticos y emociones. De modo que, ante una situación determinada tendemos a inclinarnos hacia un cierto tipo de razonamiento en vez de otros. Pero además, para realizar esta inclinación tendemos a tomar la información más próxima a la conciencia. Y los dos procesos anteriores son condicionados por el estado emocional del momento. De manera que, el hecho de que podamos razonar no es sinónimo de que utilizaremos la razón de forma lógica. Todavía queda la pregunta de ¿por qué el pensamiento funciona así? Interrogante que por cuestión de lo extensa que es no la abordaremos en este texto.

Pues bien, en Occidente, hace alrededor de 2600 años, en la región jónica de Mileto,  surge una nueva forma de conocer: el razonamiento lógico. Es este el modo de conocimiento que nos ha llevado hasta el desarrollo de la ciencia y la tecnología como las conocemos hoy. ¿Nos ha convertido esto en mejores seres humanos? Eso es algo debatible, pero lo cierto es que tenemos una forma más compleja de conocer la realidad.

Modos de conocer
Dicho esto, tenemos tres modos de conocer: la experiencia sensorial (toda la información a la que accedemos a través de los sentidos), las creencias (suplen todo el vacío de conocimiento al que no podemos acceder a través de lo sensorial o la razón, sea de forma individual o colectiva) y la razón lógica (a través de la que nos acercamos a un conocimiento lo más objetivo posible). A continuación analizaremos cada uno de estos modos de conocimiento por separado. Pero antes, ¿qué sabemos sobre la realidad?

Esta pregunta es importante a la hora de adentrarnos al conocimiento, porque es precisamente la realidad lo que aspiramos conocer. Ahora, ¿qué es lo real? ¿Cómo es la realidad? Esas son cuestiones más complicadas de responder. La cierto es que no lo sabemos y lo que sabemos depende de nuestros modos de conocer. De modo que, tenemos certidumbre de algunas cosas y otras solo las creemos aunque muchos estén convencidos de dichas creencias. Entonces, ¿qué nos permiten conocer nuestros modos de conocimiento?

El conocimiento como experiencia sensorial
La experiencia sensorial solo nos permite acceder a informaciones de nuestro mundo natural, físico, material. Pues son medios físicos hechos de materia y que solo pueden darnos razón de lo que es materia. Sin embargo, cabe destacar que nuestra aprehensión de la realidad no es un contacto directo con la misma, sino que la experiencia sensible se da gracias a que nuestras neuronas sensoriales transforman la información del ambiente en información electroquímica, que es con la que trabaja nuestro cerebro, en un proceso denominado transducción. De modo que, nuestro conocimiento de la realidad resultante de la experiencia sensible, es una interpretación y representación interna de la misma. Pero esta interpretación no es únicamente subjetiva, sino que también es intersubjetiva. Es decir, en promedio no percibimos lo mismo que la mayoría únicamente porque tengamos estructuras cerebrales parecidas, sino porque también nuestra forma de percibir está condicionada por la interacción social.

De manera que, nuestra experiencia sensorial es nuestra primera forma de acceder a la información, pero no es un proceso aséptico. Sino que está condicionado por muchos factores, desde la naturaleza de los sensores, hasta la subjetividad y la intersubjetividad. De hecho, nos fiamos de la percepción individual a partir y en comparación con la percepción intersubjetiva. Pues si hay 10 personas en una habitación y yo veo un perro en medio y nadie más lo ve, lo más probable es que dude de que lo que estoy viendo sea real. En todo caso queda la duda: qué tal si los demás se pusieron de acuerdo para negar ver al perro (suponemos que esto último es menos probable). Aunque en psicología social se han realizado muchos experimentos relacionado con esto, como los de conformidad social.

Pero esta no es ni de lejos la única complicación con la experiencia sensorial. Todavía está el rango de información al que nos permiten acceder. Por poner un ejemplo, la visión solo nos permite percibir longitudes de hondas luminosas que se encuentren entre los 70 y los 700 nanómetros, es decir que, de forma natural, no podemos percibir nada fuera de este rango. Y dado que la realidad es mucho más que eso, todo lo demás queda ajeno a nuestra percepción visual. De igual modo, sucede con los demás sensores.

Entonces, hay que decir que por un lado, tenemos un rango de experiencia sensorial determinado por la biología que no podemos traspasar de forma natural. Además, que no tenemos acceso directo a esa información, pues se da un proceso de transducción cuando la información del medio choca con nuestros sensores. Pero también, esta información es filtrada y hasta nuestra consciencia solo llega una pequeña porción de dicha información, hablamos de menos del 1%. Pues la capacidad de nuestros sensores es extremadamente alta en comparación con nuestra consciencia. También, lo que se percibimos está condicionado por la interpretación subjetiva e intersubjetiva y por nuestras emociones y creencias. Y por muchos otros factores no menciono aquí y por otros que desconozco. Del resultado de todo esto, sólo “lo más importante” se almacena en nuestra memoria, lo cual olvidaremos con el tiempo si no le damos uso. Además de que la memoria no es una copia exacta de los recuerdos, sino una interpretación actualizada de la última vez que recordamos algo. Al menos esto es lo pienso al respecto hasta ahora, siguiendo a algunos neurocientíficos.

Hasta aquí hemos visto la complejidad de la experiencia sensorial. Pero debemos asumir que funciona, porque es la única con la que contamos, de modo que tenemos que fiarnos de ella aunque sea con un cierto nivel de criticidad. Cabe destacar que sin experiencia sensorial no podríamos conocer, pero la misma ni es una réplica exacta de la realidad, ni es del todo fiable. Aquí, algo que nos lleva a cierto nivel de certidumbre es la intersubjetividad, a través de algo denominado consenso, el cual tampoco es infalible, pero aumenta la probabilidad de acercarnos a lo que sería real para la mayoría. De modo que, la realidad más objetiva la construimos desde interacción social, aunque la experienciamos desde la subjetividad.

El conocimiento fruto del razonamiento lógico
Hasta donde sabemos, la realidad está compuesta de materia, aunque recientemente se ha descubierto que también existe la antimateria y se infiere la existencia de materia oscura y de energía oscura. Si esto ya es sorprendente de por sí, la proporción en la que se infieren que existen estas es aun más impresionante: alrededor del 70% sería energía oscura, un 25% sería materia oscura y el 5% sería materia. Y si todos los planetas, sistemas solares, galaxias y supercúmulos de galaxias están hechos de materia, entonces es evidente que no conocemos ni siquiera una mínima parte del 5% de materia que es lo que podemos conocer. Ni siquiera conocemos la mayor parte de nuestro planeta.

Dada la inmensidad de la realidad y dada la limitación de nuestra experiencia sensorial, es evidente que a través de la misma no podemos acceder a una gran cantidad de conocimiento. Llegados a este punto, sucede que si vemos en un fenómeno conocido por medio de la experiencia sensorial un comportamiento al que no podemos acceder a través de la experiencia sensorial, tendremos que utilizar otros medios para conocer ¿qué es ese nuevo comportamiento? ¿Qué lo produce? ¿Por qué sucede?

Aquí llega el razonamiento. Pero el razonamiento puede tomar dos caminos: uno corto y otro largo. En el corto seguirá sesgos, heurísticos y estados emocionales y algunas creencias (que pudieran estar como base para los sesgos y heurísticos). Esto servirá de base para una nueva creencia que, incluso, pudiera ser defendida racionalmente, y hasta con una estructura lógica valida, a través de un proceso deductivo. La mayor parte de las personas ante un fenómeno desconocido nos vamos por esta vida, la de la creencia. Pero más adelante la abordaremos con más detalles.

El camino largo sería el del razonamiento lógico. Este tipo de razonamiento a través de un proceso de metacognición deberá ser consciente de las propias limitaciones y evitar, en la medida de lo posible, los sesgos del razonamiento, los heurísticos, gestionar el condicionamiento emocional y las propias creencias. Esto no es fácil, pero así es el camino a la objetividad, la cual nunca la alcanzamos, pero podemos acercarnos.

Entonces, si estoy sentado solo frente a la mesa y pongo un vaso encima de la misma el cual empieza a mover sin que yo lo haga, lo primero que sé es que el vaso se mueve. Luego, ¿Por qué se mueve? No lo sé. Pudiera inferir que la tierra tembló, o que un fuerte viendo lo movió, o que sin darme cuenta he movido la mesa. Si no encuentro la respuesta en lo más evidente, tengo que asumir que por alguna otra razón se mueve. Supongamos que el vaso tiene un imán en la base y como la mesa es de metal el vaso repele contra la misma. Si este fuera el caso, a menos que cuente con una teoría sobre el magnetismo, no tendré idea de por qué el vaso se mueve. De modo que, una teoría puede ayudar a explicar un fenómeno al que no podemos acceder a través de la experiencia sensorial.

Pero sucede que como de lo único que podemos darnos cuenta de forma consciente es de lo que pasa por nuestra experiencia sensorial. Necesitamos que las teorías, aunque expliquen lógicamente los fenómenos que observamos, lleguen hasta nuestra experiencia sensorial para convencernos de que son ciertas. Para esto necesitamos construir instrumentos que amplíen nuestra experiencia sensorial. Por ejemplo, no tenemos acceso directo a ver una célula aunque teníamos una teoría hubo que construir métodos que nos permitieran observarlas (microscopio) para asegurarnos de que realmente eso que describíamos en teoría estaba allí.

Aquí entra otro modo de conocer que es la técnica, pues esta trabaja a partir del razonamiento lógico y viene a ampliar la experiencia sensorial. A veces se descubre cosas por serendipia.  Pues, en ocasiones, se construyen instrumentos para verificar una teoría y se termina encontrando otra cosa igual de valiosa o el instrumento puede terminar con otra utilidad diferente a la que le dio origen.

Quizás uno de los problemas con el conocimiento lógico-racional es que al buscar tanto la precisión y en ocasiones utilizar un lenguaje muy encriptado, no es accesible para la mayoría de las personas ni les genera interés. Incluso, les puede generar impotencia y sentimientos de incapacidad para alcanzarlo.

Las creencias como modo de conocimiento
Las creencias son como un mal necesario, pues no nos llevan a un conocimiento real de las cosas. Pero, sin embargo, suplen el vacío que dejan los demás modos de conocimiento, sobre todo el lógico-racional, dando una sensación de convencimiento, seguridad y plenitud.

Como se ha explicado anteriormente, los humanos no podemos conocerlo todo ni de forma individual y de forma colectiva y de forma individual no podemos acceder a todo el conocimiento construido de forma colectiva. Es decir que, como individuos, tenemos un conocimiento muy limitado. Esto, por razones que ya hemos explicado anteriormente.

Esta incapacidad de conocer todas las cosas favorece el surgimiento de las creencias de todo tipo. Creamos ideas (sin lógica racional y sin evidencia empírica) sobre el qué, el cómo, el por qué y el para qué de los fenómenos conocidos y desconocidos. Lo interesante es que esto, si bien no nos conduce a un conocimiento que se acerque a la realidad de los fenómenos, es necesario para la supervivencia y para la cotidianeidad. La pregunta es ¿por qué?

Sucede que al no conocer todo, si solo fuéramos a accionar en función de lo que conocemos empírica o lógicamente, nos quedaríamos inmóvil. Pues, por ejemplo, la mayor parte de cosas que usamos no tenemos ni idea de cómo funcionan. Y, sin embargo, las utilizamos dando por sentado de que sí funcionan. De modo que, dar por sentado o fiarnos de muchas cosas que no conocemos nos facilita la existencia.

Pero todo tiene un costo y un beneficio. El punto es que en muchas de esas cosas que damos por sentado se esconden muchas trampas que en ocasiones pueden perjudicarnos profundamente. Pero, como no es lo más habitual, no nos preocupamos mucho por ello, a menos que nos toque la “mala suerte”.

Pues bien, el hecho de no saberlo todo da lugar a los expertos, chamanes, sabios, gurús, etc. Los cuales, se supone que pueden ayudarnos con cosas que no sabemos. Esta suposición es también una creencia, de la cual muchas veces caemos víctimas. Pues aunque un título universitario y un currículo den testimonio de la expertiz de alguien, dado que no estuvimos ahí durante el proceso, solo nos resta creer que es cierto. Y más si es experto en un área de la que no sabemos nada, pues no podemos juzgar si en realidad lo es. Incluso, se ha observado que ante la opinión experta se reduce la actividad en el área cerebral relacionada con el juicio crítico.

Creer, entonces, no es un mero acto religioso, aunque históricamente se lo ha asociado a la religión. Sino que creer es algo simplemente necesario, es un modo de conocimiento primordial para los humanos. De hecho, parece ser que la mayor parte de las cosas que conocemos son frutos de las creencias. Estas están en la base de nuestras expectativas, de nuestras suposiciones, de nuestros sesgos y heurísticos y otros.

El problema con las creencias es que a veces nos llevan a crear absolutos y aferrarnos a ellos aun sin tener ninguna base lógica o empírica que los sostenga. Pueden llevarnos a defensas irracionales de estos absolutos, al fanatismo, a generalizaciones injustificadas, a querer imponer por la fuerza lo que se cree o al rechazo del otro por no compartir nuestra creencia. También, nos puede llevar a tomar acciones sobre algo solo porque estamos convencidos de nuestra creencia sin tener pruebas de que sea así.

Podemos ver ejemplos de lo anterior en la religión, en la política, en la economía, en las relaciones de parejas, en la ciencia y demás. Por ejemplo, las deidades están fuera de nuestras posibilidades de conocer, pero muchas personas están convencidas de su existencia; muchas veces, cuando nuestra pareja nos dice que nos ama pensamos que tenemos la misma idea de amor y nos aferramos a ello; la ciencia cree que existe una racionalidad y que el mundo es cognoscible. Parece ser que preferimos creer a buscar evidencia, pues nuestras creencias nos sirven de confirmación, ya que cualquier cosa que suceda lo interpretaremos en función a nuestros marcos de creencias, lo cual nos hace convencernos más y actuar en función de ello.

Dicho esto, las creencias son una forma de conocimiento necesario e imprescindible, pero peligroso si no lo tomamos con cautela. Pues puede llevarnos a las conductas más irracionales. Pero dado que la racionalidad lógica y la experiencia sensorial tienen sus limitaciones. Tampoco podemos ensañarnos contra las creencias, como si fueran lo peor. O pensar que las creencias son solo para los ingenuos, pues todos creemos, no en algo, sino en muchas cosas. Aquí llegamos a una reivindicación de las creencias como algo necesario y que llena el vacío de conocimiento que nos dejan los demás modos que tenemos de conocer.

Entonces, la realidad es mucho más que lo que nuestros limitados modos de conocer nos permiten aprehender. Dado que, hay muchas cosas que no conocemos, las cosas que imaginamos aunque sea poco probables en comparación con lo que conocemos al momento, no tienen porqué ser absolutamente descabelladas. Y no quiere decir que las cosas que desconocemos tengan que ser sobre naturales, pues no conocemos la mayor parte de lo natural o material. Y si existiera lo sobre natural, no hay forma de que podamos acceder a tal conocimiento, por lo que no pasará de la imaginación. De modo que, no tendría ninguna utilidad práctica más que fantasear con ello.

La única recomendación en medio de todo esto es la criticidad que, en este caso, tendrá que ver con mantenerse vigilante de las limitaciones que tiene cualquier tipo de conocimiento y de las interferencias que pueden perturbar a estos. Pues, en definitiva, los humanos somos limitados y no podemos hacer más que aceptar nuestras limitaciones y trabajar en lo que tengamos y queramos hacer a pesar de las mismas.

Una última observación es que es que en nuestro mundo material existen cosas que no son materiales y que no sabemos bien cómo se relacionan con el mundo natural, como los son la consciencia, las ideas, la mente, entre otros. ¿Serán una propiedad emergente? ¿Existirá la dualidad? Esto es otro tema.

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