Debió ser decepcionante
para el primero que pisó la luna darse cuenta el hermoso símbolo de romance que
inspiró a muchos poetas, que unió a
muchas personas en el romance, no era más que un pedazo de roca sin ninguna
bella que apreciar. Conocer la realidad del asunto acaba con el misterio. Al parecer
cuando se acaba el misterio, las cosas se vuelven insípidas y poco interesantes.
Al parecer, en lo
afectivo sucede algo similar. No nos
enamoramos de la realidad perse, sino de una representación de
esta, de la imagen que la misma proyecta. Tenemos miedo de conocer al otro, de
que se acabe el misterio y con él, el vínculo afectivo. En muchos de los casos
el misterio, es que no existe tal misterio, en otros la realidad detrás del
misterio es aterradora.
Nos enamoramos del
misterio y cuando comenzamos a conocer la realidad del asunto nos atemorizamos
y nos desencantamos. Por ello, nuestras relaciones son cada vez más superfluas,
artificiales y espurias. La verdad, la honestidad y la sinceridad han sido
desterradas del campo afectivo contemporáneo.
El noviazgo debe servir
para, además de pasarla bien, conocerse a plenitud. Un noviazgo bien
establecido es aquel en que cada quien conoce a ciencia ciertas los defectos,
debilidades, miedos y trastornos de la otra persona y sabe hasta qué punto está
dispuesta a soportarlo.
Por ello, antes de
entrar en una relación seria deberíamos preguntarnos ¿Cuál es la forma de ser y
de amar de mi pareja? ¿Cuál es mi forma de ser y de amar? ¿Hasta qué punto
podemos estar juntos sin hacernos daño?
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