jueves, 3 de mayo de 2018

“Neurociencia Social y Trap”


Por: Pedro M. Fernández

Recientemente observamos el auge que tiene el “Trap” (para los más conservadores esto no es música, para la juventud que lo consume sí lo es; algunos expertos de música urbana lo consideran un género, mientras que otros lo consideran un subgénero del Rap). Sea lo que sea, no es eso lo que quiero analizar en este artículo, sino otros aspectos que explicaré a continuación.
Pero antes es necesario realizar algunas aclaraciones: 1) este análisis se realiza desde una perspectiva crítica, sin apegos a creencias; 2) si usted es muy moralista posiblemente me juzgue por algunos de los planteamientos que haré; 3) espero que si lo desean realicen sus críticas a mi análisis, no un juicio de valor a mi persona por el análisis que hago.
Me llama la atención el Trap porque dentro de los géneros urbanos, en los últimos años, este está teniendo un gran auge a nivel de muchos países del mundo, a pesar de que, por lo menos en Latinoamérica (que es lo que conozco), la mayoría de los cantantes del género, en el mayor de los casos, promueven el consumo de drogas; exaltan el tráfico de drogas como un medio aceptable para hacerse rico; enaltecen la infidelidad, la prostitución, tener sexo con la pareja del otro, realizar orgías; declaran ser violentos, asesinos, que violan las leyes y no hay forma de que vayan preso, entre otros aspectos. Además, lo que muestran los videos.
Es evidente que todo esto es opuesto a lo que las personas entienden como ético. Es probable que si aplicamos un cuestionario para preguntar a las personas sobre si están de acuerdo con estas conductas, la respuesta sea “NO”.
Siendo así las cosas surgen muchas preguntas: ¿será que la gente no es ética (no actúa de acuerdo a lo que cree)? ¿Será que la sociedad está construyendo nuevos valores que promueven cosas que los anteriores no aceptaban? ¿Si la gente no está de acuerdo con el contenido, por qué escucha la música y la canta y la baila? ¿Qué sucede en el cerebro de las personas para que esto sea así?
En Neurociencia Social sabemos que existe una estrecha relación entre cerebro y ambiente: la interacción con el ambiente moldea la estructura cerebral y el ambiente es modificado por el cerebro. En este mismo tenor podemos decir que la música es producto de un contexto socio-cultural y una vez producida repercute en el contexto que la produjo y en otros.
Lo dicho se relaciona con la pregunta de si es la música la que está dañando a la sociedad o si es una sociedad dañada la que produce música dañada que, a su vez, la dañan aún más. En el primer caso, nuestro objetivo es la música y los cantantes; en el segundo caso nuestro objetivo es la sociedad.
Luego viene la cuestión de género y contenido. El conservador condena al género por el contenido y al contenido por el género: el contenido está mal y todo el género lo es, lo que hace que el género sea mal y, con ello, todo su contenido. Pero lo que parecer ser es que el género es un elemento neutro, y es el contenido el que puede llevar un mensaje para bien o para mal. Si es así, entonces lo necesario es cambiar el contenido.
Ahora, hay dos preguntas importantes ¿por qué los cantantes producen estos contenidos? ¿Por qué la gente consume y parece disfrutar este contenido?
Responder a esto no es cosa fácil por todo lo que implica. Parece ser que estos cantantes están, por un lado, poniendo de manifiesto cuál es su experiencia de vida o la experiencia de vida de los jóvenes (sobre todo) en los sectores marginados; mientras que por otro, promueven una escala de valores que parecen surgir de una visión fatalista de la realidad social.
Sin embargo, ningún artista vende si nadie compra su producto y si la gente compra algo es porque encuentra algún valor en aquello que adquiere. Y si además parece disfrutarlo, entonces es más complejo aún. En este punto nos preguntamos ¿qué nos dicen las neurociencias al respecto?
“De acuerdo con Gaver (1987), la música existe como una interacción entre un sonido estructurado y una mente que lo comprende” (Matute, 2012). Además, agrega Matute “…la música es un estímulo físico con una resonancia psicobiológica”.
Estudios realizados por Gagnon y Pérez (2003) muestran que un tiempo rápido activa nuestro cerebro, mientras que un tiempo lento es tranquilizante. Además, que la intensidad del estímulo musical puede modular el efecto emocional que causa una determinada melodía. Otros autores como Menon y Levitin (2005) han encontrado que la música rápida, sobre todo en tonos mayores, activan en el cerebro sensaciones de recompensa  del mismo modo que lo hace el sexo.
Cabe destacar que la actividad musical produce cambios en nuestro cerebro y activa vías motoras de manera automática, por lo que podemos estar moviéndonos o tarareando una canción sin ser conscientes de ello.
También debemos decir que no se han hecho experimentos con rap o trap, pero sí con rock, por lo que podemos extrapolar los resultados. Por otro lado, todavía no se tiene muy claro la repercusión de la música sobre las funciones cognitivas.
Pero de lo anterior podemos concluir algunas cosas: que el Trap activa nuestro cerebro, sobre todo centros de recompensa cerebral en áreas primitivas de nuestro cerebro, y cómo estas áreas tienen mucha influencia sobre la corteza prefrontal, pueden incidir en nuestros razonamientos y juicios. Lo cual explica, aunque no justifique, que las personas escuchen la música y la canten aunque cuando se les pregunte sobre los valores que promueve dicha música, confiesen no estar de acuerdo.
Por otro lado, también hay que destacar que dicha activación puede favorecer ciertos comportamientos, sobre todo los que son promovidos por la música, aunque en este punto los estudios no son concluyentes. Pero en mentes acríticas, pudiera ser plausible. Sobre todo si la persona toma al cantante como modelo a seguir y entiende que lo que el cantante promueve en su canción es lo que realmente quiere hacer.
Como verán este tema no se agota aquí, es necesario continuar profundizando al respecto en la medida en que vayamos teniendo nuevas evidencias a través de la Neurociencia.

Referencias:
Gagnon, L. y Pérez, I. (2003). Mode and tempo relative contributions to “happy-sad” judgements in equitone  melodies. Cognition and Emocion, 17 (1).
Menon, V. y Levitin, D. J. (2005). The rewards of music listening: Response and psysiological connectivity of the mesolimbic system. Neuroimage, 28.
Matute, E. (2012). Tendencias actuales de las Neurociencias Cognitivas. Segunda Edición. Editorial El Manual Moderno. México.

1 comentario:

  1. Buen articulo,salta a la vista, que estimula la mente primitiva,ambos géneros si se le puede llamar decadente.

    ResponderEliminar

SARS-COV-2 (COVID-19): Pánico, Demonios y Conspiraciones

"Una reflexión desde la Psicología Social y la Sociología de la Religión" Pedro M. Fernández “Es necesario que todo e...