Por: Pedro Miguel Fernández
Nuestra cultura nos ha condicionado para que creamos que es natural la creencia de que tenemos una persona que nos complementa “mi media naranja”, “mi otra mitad”. De esta manera, las relaciones de pareja que establecemos están basadas en el principio de complementareidad: soy la mitad de un ser que necesita de su otra mitad para ser completo. ¿Cómo seguir abrazando tremendo disparate? Está más que demostrado que cada persona es, en sí misma, un ser íntegro, autónomo y completo, no se necesita de ninguna otra persona para ser completo.
Lo interesante es que en pleno siglo XXI, pese a los avances que hemos alcanzado en aras del conocimiento, haya muchas personas que sustentan la idea de la media naranja. Hay quienes aseguran haber encontrado a su otra mitad, lo cual sólo sirve de motivación o ¿frustración? para quienes se han pasado la vida pasando de una pareja a otra, en busca de su media naranja. ¿No será mejor que nos sinceremos y entendamos de una vez por toda que la media naranja no existe? Si tal cosa fuera verdad ¿Por qué muchos de los que dicen haber encontrado su media naranja terminan separándose de ella, mientras que quienes no se separan, en el mayor de los casos viven una vida de doble moral, aparentando algo que no es cierto?
La media naranja tiene como trasfondo la idea de ser “una sola carne”. Esta idea proviene de la tradición judeo-cristiana y tiene su base en una interpretación errónea del texto bíblico de Génesis 2.24: “…se unirá a su mujer, y serán una sola carne”. Pese a esto, no analizaremos el texto en este momento.
El casos es que, basta sólo con abrir los ojos y ser realistas, para que nos demos cuenta de una vez por todas que toda pareja está compuesta por dos personas muy diferentes, que no tienen más en común que el mutuo interés de compartir su vida con la otra persona. Así que debemos cambiar el concepto de complementareidad por el de mutualidad. Desde aquí, la relación de pareja no es una simbiosis en la que el gen dominante absorbe al recesivo, sino un acuerdo mutuo en el que intervienen tres intereses: mis intereses, tus intereses, nuestros intereses. Por ello, la relación tiene que ser un negocio en el que las partes tengan ventajas iguales y en la que se establezcan condiciones y límites claros.
Uno de los problemas de pretender ser una misma cosa es la eliminación de uno de los integrantes de pareja. Como un cuerpo no puede ocupar dos lugares en el espacio, por leyes físicas, para corregir el error y evitar las paradojas, uno de los dos tiene que desaparecer. En la mayoría de los casos, son las mujeres las víctimas de estos tipos de simbiosis. Lo ilustraré con el siguiente ejemplo: la sociedad, como tiene bien creído que en el matrimonio las dos personas se vuelven una, hace desaparecer a uno de los dos; por eso, después que la mujer se casa, desaparece legalmente, ahora sus documentos dicen que ella es de… y como ya no es un ser, su apellido termina en sus hijos y también su historia, sólo el hombre seguirá existiendo si tiene la suerte de procrea hijos. De manera que, si una mujer quiere seguir en la historia tiene que separarse del hombre, pues a su lado no puede. Esta es la cruda realidad.
En fin, no busques la media naranja, pues terminarás en la decepción. Comprende desde ahora de que tal cosa no existe, como tampoco la alma gemela, ni la otra mitad. Solo existen personas que son diferentes a ti, con las que, para relacionarte de manera sana y madura, tienes que establecer un acuerdo de intereses mutuos, respetando cada quien lo propio de la otra persona: su autonomía, dignidad, desarrollo, autorealización, libertad, valores e integridad.
Nuestra cultura nos ha condicionado para que creamos que es natural la creencia de que tenemos una persona que nos complementa “mi media naranja”, “mi otra mitad”. De esta manera, las relaciones de pareja que establecemos están basadas en el principio de complementareidad: soy la mitad de un ser que necesita de su otra mitad para ser completo. ¿Cómo seguir abrazando tremendo disparate? Está más que demostrado que cada persona es, en sí misma, un ser íntegro, autónomo y completo, no se necesita de ninguna otra persona para ser completo.
Lo interesante es que en pleno siglo XXI, pese a los avances que hemos alcanzado en aras del conocimiento, haya muchas personas que sustentan la idea de la media naranja. Hay quienes aseguran haber encontrado a su otra mitad, lo cual sólo sirve de motivación o ¿frustración? para quienes se han pasado la vida pasando de una pareja a otra, en busca de su media naranja. ¿No será mejor que nos sinceremos y entendamos de una vez por toda que la media naranja no existe? Si tal cosa fuera verdad ¿Por qué muchos de los que dicen haber encontrado su media naranja terminan separándose de ella, mientras que quienes no se separan, en el mayor de los casos viven una vida de doble moral, aparentando algo que no es cierto?
La media naranja tiene como trasfondo la idea de ser “una sola carne”. Esta idea proviene de la tradición judeo-cristiana y tiene su base en una interpretación errónea del texto bíblico de Génesis 2.24: “…se unirá a su mujer, y serán una sola carne”. Pese a esto, no analizaremos el texto en este momento.
El casos es que, basta sólo con abrir los ojos y ser realistas, para que nos demos cuenta de una vez por todas que toda pareja está compuesta por dos personas muy diferentes, que no tienen más en común que el mutuo interés de compartir su vida con la otra persona. Así que debemos cambiar el concepto de complementareidad por el de mutualidad. Desde aquí, la relación de pareja no es una simbiosis en la que el gen dominante absorbe al recesivo, sino un acuerdo mutuo en el que intervienen tres intereses: mis intereses, tus intereses, nuestros intereses. Por ello, la relación tiene que ser un negocio en el que las partes tengan ventajas iguales y en la que se establezcan condiciones y límites claros.
Uno de los problemas de pretender ser una misma cosa es la eliminación de uno de los integrantes de pareja. Como un cuerpo no puede ocupar dos lugares en el espacio, por leyes físicas, para corregir el error y evitar las paradojas, uno de los dos tiene que desaparecer. En la mayoría de los casos, son las mujeres las víctimas de estos tipos de simbiosis. Lo ilustraré con el siguiente ejemplo: la sociedad, como tiene bien creído que en el matrimonio las dos personas se vuelven una, hace desaparecer a uno de los dos; por eso, después que la mujer se casa, desaparece legalmente, ahora sus documentos dicen que ella es de… y como ya no es un ser, su apellido termina en sus hijos y también su historia, sólo el hombre seguirá existiendo si tiene la suerte de procrea hijos. De manera que, si una mujer quiere seguir en la historia tiene que separarse del hombre, pues a su lado no puede. Esta es la cruda realidad.
En fin, no busques la media naranja, pues terminarás en la decepción. Comprende desde ahora de que tal cosa no existe, como tampoco la alma gemela, ni la otra mitad. Solo existen personas que son diferentes a ti, con las que, para relacionarte de manera sana y madura, tienes que establecer un acuerdo de intereses mutuos, respetando cada quien lo propio de la otra persona: su autonomía, dignidad, desarrollo, autorealización, libertad, valores e integridad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario