Pedro M. Fernández
En el contexto dominicano, esta pregunta se plantea dentro del marco de
la tradición cristiana (católica y protestante), pues no se toma en
consideración otro marco religioso; no porque no sea importante, sino porque en
nuestro país es la moral de la tradición cristiana la que tiene incidencia en
las decisiones políticas.
Dicho esto, cabe resaltar que, dado que la Biblia no hace mención del
tema, no podemos afirmar que bíblicamente el aborto sea un pecado. Sin embargo,
alguien pudiera replicar que la cocaína no es mencionada en la Biblia y
aún así su consumo es considerado un pecado en la iglesia
cristiana actual.
Esto nos plantea una realidad interesante, que la variación del contexto produce
variación en la concepción del pecado. Por ejemplo, hay cosas que la Biblia no
condena y la iglesia actual sí, y hay cosas que la Biblia condena que la
iglesia actual no. Esto puede deberse tanto al cambio del contexto como a la
aparición y desaparición de ciertos fenómenos culturales.
Por ejemplo, la ley del Levirato (levantarle descendencia al hermano, si
éste moría antes de tener hijos) era impuesta por Dios, pero hoy la iglesia condenaría
que un hombre se case con la mujer de su hermano porque éste haya muerto antes
de procrear hijos. La Biblia condena a quien se niegue a cumplir con esto, pero
la iglesia de hoy no.
En este punto alguien podría decir que eso es algo vigente en el antiguo
pacto, pero no en el nuevo. Y a eso podemos responder con muchísimos ejemplos
de prácticas vigentes en el Antiguo Testamento que la iglesia de hoy las abraza
como positivas, porque les dan algún beneficio. Pero aquellas que culturalmente
no son aplicable, serán vistas como pecado.
Todo esto evidencia lo difícil que es establecer algunos tipos de
pecados desde el texto bíblico. Además, evidencia que la concepción del pecado
en el cristianismo no sólo toma en consideración a la Biblia, sino también los códigos
culturales y las leyes vigentes, entre otros casos. Hace unos 30 años la mayoría de iglesias
evangélicas estaban convencidas de que una mujer que usara pantalones se iría
al infierno, hoy ninguna de las iglesias más grandes afirmaría tal cosa. Desde
luego, hay muchas pequeñas iglesias, sobre todo en zonas rurales que todavía
piensan así.
En los tiempos bíblicos el aborto no era un pecado, de hecho la vida de
las mujeres, los niños y niñas y los esclavos no tenían ningún valor. Todos
estos eran simples objetos del hombre de la casa, el cual los podía incluso
ofrecer para pagar una deuda. Afortunadamente ya no pensamos así. Hoy tratamos
de defender la vida de todos los seres humanos.
Aquí hay que realizar una diferencia: una cosa es defender la vida y
otra cosa es defender la vida humana. Entonces, ¿a partir de qué momento podemos
afirmar que el óvulo fecundado se convierte en humano? Porque obviamente es una
vida. Lo cierto es que no podemos precisar con certeza en qué momento del
proceso de gestación tenemos una vida humana, ya que el óvulo fecundado parece ser sólo una
vida humana en potencia.
Pero esta discusión sólo nos serviría para poder decidir hasta qué
momento es plausible realizar un aborto, a partir de qué momento se está
quitando una vida humana. En este punto nadie se pone de acuerdo: ni la
religión, ni la ciencia. Desde la teología de la predestinación podríamos decir
que desde antes de nacer ya hay un propósito de Dios. Sin embargo, es difícil
discernir en qué momento se crea el alma de el nuevo individuo, aquí tampoco hay
acuerdo en la teología.
Desde la ciencia podría tomarse como punto de referencia el momento en
el que el feto cuenta con los circuitos neuronales que permiten que seamos
humanos, pues gran parte de nuestro cerebro lo compartimos con otros mamíferos y primates y
ello no le hace humanos.
El problema presente en el contexto dominicano, igual que otros 5 países
de la región que también penalizan el aborto en todas las causales, es que con el argumento de sectores de poder religioso de que defienden la vida desde la
concepción se quiere imponer una legislación que afecta a todas las mujeres por
igual, sin importar si están de acuerdo o no con este argumento religioso. Cuando
ni en la misma religión hay claridad sobre el momento en el que podemos hablar
de una vida humana en el proceso de gestación. Es un argumento basado más en la imposición que en las
evidencias.
Aquí se nos presentan varios dilemas éticos: 1) si la vida de la mujer
y la del embrión o feto están en peligro ¿cuál debería tener prioridad? 2) ¿Se
debe llevar hasta las últimas consecuencias un embarazo aun sabiendo que no
será posible la vida fuera del útero? 3) ¿Debemos obligar a una mujer o niña
violada a llevar en su vientre y dar a luz una criatura en contra de su
voluntad?
Cuando se nos presentan dilemas como estos, la concepción de pecado se
tambalea entre posturas ideológicas. Para quienes la vida de la mujer sigue
valiendo menos que la de un feto, la postura es muy simple: obligar a todas las
mujeres, penalizando su desobediencia de forma legal, religiosa y moral.
Ahora bien, ¿están todos los cristianos y cristianas de acuerdo con esta
posición? La respuesta es, no. Pero muchos feligreses tienen miedo de exponer
su posición por lo que dirán de ellos y otros porque tienen confusión al
respecto, pues al escuchar varias posturas no saben si pecan pensando cosas como
estas.
En este punto cabe destacar que no hay ninguna forma objetiva bíblica o
teológicamente de probar que el aborto en estas tres causales sea condenado por
Dios, y tampoco debería penalizarse legalmente. Desde luego siempre habrá
quienes saquen textos de su contexto y se inventen historias para confundir a
quienes ignoran la historia de la iglesia y la exégesis bíblica.
La despenalización del aborto en las tres causales (cuando la vida de la
mujer peligra, cuando el embarazo es producto de violación por un familiar o un particular o dada la inviabilidad del feto) no es una obligación para abortar,
sino dar una opción a quienes entiendan que es la vía correcta. Tampoco es
matar un bebé, esto es un gran disparate que se suele utilizar para manipular la
conciencia de las personas. No es cierto que la despenalización aumenta la
cantidad de abortos, las estadísticas dicen lo contrario. No es cierto que esto
sea un pecado contra Dios. La despenalización promueve la seguridad, vida y
salud para las mujeres y niñas que por algunas de las causales decidan interrumpir su embarazo.
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