jueves, 29 de septiembre de 2011

HISTORIA DEL CANON BIBLICO Por: Pedro Miguel Fernández – Septiembre 2011


Introducción
Los libros de la Biblia contienen, entre otras cosas, la palabra inspirada por Dios. Ahora, ¿cómo sabemos esto? ¿Bajo cuáles criterios determinamos que esto es así? En torno a estas preguntas ha habido mucha divergencia, no solo entre los estudiosos de la Biblia, sino, también, entre los feligreses. Por tal razón, es nuestro objetivo, en el presente ensayo, tratar de conocer cuáles son los libros inspirados y cómo, a través de la historia, llegan a formar parte de lo que llamamos “canon bíblico”.

Queremos aclarar que con los términos “Primer Testamento, Testamento Judío, Biblia Hebrea, Canon Hebreo, TaNaK y Antiguo Testamento” nos estamos refiriendo a lo mismo. De igual manera sucede con los términos “Segundo Testamento, Testamento Cristiano, Canon del neotestamentario o Nuevo Testamento”. También, cuando hablemos de: Versión Griega, Biblia Griega, Canon Alejandrino, Versión de los LXX o Septuaginta, estamos hablando de los mismo.

1.      Definiciones
El término “canon”, según Miguel Pérez Fernández, “probablemente es de origen semita (קנה), de donde, a través del griego (kanón), ha entrado en nuestras lenguas[1]. Este término, en su sentido primigenio, significaba “caña”, más precisamente, “caña de medir”; esta hacía referencia a un tipo de regla que se utilizaba en las construcciones para tomar medidas. También dice Miguel Pérez: “En el uso religioso (el término canon) toma un sentido doble: el sentido activo de norma y el pasivo de colección o catálogo[2]. De manera que éste concepto viene a designar el conjunto de normas de fe y el conjunto de requisitos con los que tenían que cumplir los diversos escritos para ser considerados como inspirados.

Se denomina “canon bíblico” al conjunto de libros que, desde finales del siglo IV d.C., forman parte de la colección de libros considerados como inspirados. “canónico” hace referencia a los libros que pertenecen (han sido admitidos) al canon, es decir, a los libros que llenan los requisitos indicados en el canon. Por otra parte, tenemos el término “canonizar”, que significa aceptar o admitir en el canon. Mientras que “canonicidad” alude a ser parte de la colección de libros canónicos.

2.      El canon y la inspiración
Los términos canónico e inspirado coinciden en que todos los libros canónicos deben ser inspirados, y se asume que todos los libros inspirados están en el canon bíblico. Ahora, difieren en su sentido ontológico, pues la inspiración viene de Dios y la canonicidad del reconocimiento humano. De manera que, para que un libro sea canónico debe ser inspirado, pero, para que un libro sea inspirado no tiene que ser canónico. Esto es así, porque la inspiración divina trasciende la canonización humana.

3.      Libros proto-canónicos, deutero-canónicos y apócrifos
El término “proto-canónico” significa “primer canon”, y designa el conjunto de libros considerados como inspirados desde la antigüedad. Por ejemplo, el “Canon Hebreo”.

Deutero-canónico” significa “segundo canon”. Así se les llama a los libros rechazados por el Canon Hebreo pero acogidos por el “Canon Alejandrino”. También, se designan con este nombre a los libros que, en principio, a algunas comunidades les parecieron dudosos hasta que se formó el canon definitivo. De aquí que los libros deuterocanónicos son 14: siete del Testamento Judío (TJ) y siete del Testamento Cristiano (TC). Los deuterocanónicos del TJ  son: Tobías, Judit, 1 y 2 Macabeos, Baruc con la carta de Jeremías, Ben Sirá (Eclesiástico) y Sabiduría. Los del TC son: Hebreos, Santiago, 2 Pedro, 2 y 3 Juan, Judas y Apocalipsis. Mientras que los judíos no admiten lo deuterocanónicos, los protestantes sólo admiten los del TC.

Apócrifo” (del gr. “apo-kripto, apokryfos”) significa “escondido u oculto”. Son aquellos libros que no forman parte del canon bíblico, es decir, que ni judíos ni cristianos los reconocen como inspirados. Entre los libros apócrifos tenemos que destacar los del Antiguo Testamento (AT) y los del Nuevo Testamento (NT). Se denomina apócrifos del AT a un conjunto de obras literarias escritas entre los años 200 a.C. – 200 d.C. aproximadamente. Los del NT son obras cristianas del siglo I que no entraron en el canon. Los protestantes utilizan el término apócrifos para referirse a los deuterocanónicos del AT.





PRIMERA PARTE
El canon del Antiguo Testamento

I.                   Canon Hebreo:
La “Biblia Hebrea” (BH), a la que llamamos AT, se encuentra dividida en tres secciones: Toráh (Ley), Nebi’im (Profetas) y Ketubim (Escritos). De las iniciales de estas tres agrupaciones sale el nombre de la BH – TaNaK. La TaNaK es el libro sagrado del judaísmo, es también la base de los libros sagrados del Cristianismo y, además, sirvió como base al Corán –libro sagrado del Islam. El Canon Hebreo consta de 24 libros. En dicho canon 1 y 2 Samuel son un sólo libro, así como también 1 y 2 Reyes; además, Esdras y Nehemías forman un sólo libro y, de igual manera, 1 y 2 Crónicas.

1.      Primera colección – la Toráh (Ley):
Aunque normalmente el término “Toráh” se traduce por “ley”, debido a que en la Versión Griega se denomina con el nombre de “nomos” (ley) a la agrupación de los primeros cinco libros de la Biblia, éste significa “enseñanza, instrucción y normas de conducta[3]. Esta colección agrupa cinco libros conocidos también como “Pentateuco” (cinco rollos), de los cuales, según la tradición clásica judía, Moisés es el autor.

Libros
Nombre hebreo
Nombre griego
Capítulos/versículos
Génesis
Bere’sit
Génesis
50/1534
Éxodo
Semot
Éxodos
40/1209
Levítico
Wayiqra’
Levitikon
27/859
Números
Bamidbar
Aritmoi
36/1288
Deuteronomio
Debarim
Deuteronomion
34/955

2.      Segunda colección – Nebi’im (Profetas):
Nebi’im” es un término plural en hebreo que significa “profetas”: “nabí” = profeta, y la terminación “im” indica el plural. Con este nombre se designa a la segunda agrupación de libros de la BH. Esta colección se encuentra dividida en dos grupos: los “Nebi’im ha-risonim”, “profetas anteriores”, y los “Nebi’im aharonim”, “profetas posteriores[4].

Los profetas anteriores son un conjunto de libros históricos:
Libros
Nombre hebreo
Nombre griego
Capítulos
Josué
Yehoshúa
Iosue
24
Jueces
Shofetim
Kritai
21
1y2 Samuel
Samuel
Samuel
31-24
1y2 Reyes
Melajim
Basileion
22-25

Los profetas posteriores están divididos en “mayores” y “menores”. Los profetas mayores son:
Libros
Nombre hebreo
Nombre griego
Capítulos
Isaías
Yeshayah
Esaias
66
Jeremías
Yiremyah
Ieremias
52
Ezequiel
Yehezqel
Iezekiel
48

Los profetas menores son:
Libros
Nombre hebreo
Nombre griego
Capítulos
Oseas
Hoshea
Osee
14
Joel
Yo’el
Ioel
3
Amós
Amos
Amos
9
Abdías
Abadyah
Abdiu
1
Jonás
Yonah
Ionas
4
Miqueas
Mikah
Miqaias
7
Nahúm
Najum
Naum
3
Habacuc
Jabaquq
Abakum
3
Sofonías
Sefanyah
Zofonias
3
Ageo
Jagay
Aggaios
2
Zacarías
Zekaryah
Zaqarias
14
Malaquías
Malaki
Malaqias
4

3.      Tercera colección – Ketubim (Escritos):
Los “Ketubim” = “escritos” constituyen la tercera agrupación del Canon Hebreo, y es la de menor valor en el orden jerárquico de dicho canon. Parte de estos libros encontraron mucha dificultad para ser aceptados en el canon.

Algo importante que tenemos que resaltar es que Daniel no es considerado como profeta en el Canon Hebreo, sino que pertenece al grupo de los Escritos, probablemente porque fue escrito muy tardíamente (siglo II a.C.).

La colección de los Escritos es:
Libros
Nombre hebreo
Nombre griego
Capítulos
Salmos
Tehilim
Psalmoi
150
Job
Iyob
Iob
42
Proverbios
Mashal
Paroimiai
31
Rut
Rut
Ruth
4
Cantar de los cantares
Shir hashirim
Asma
8
Eclesiastés
Qohelet
Ekklesiastes
12
Lamentaciones
Ekah
Threni
5
Esther
Ester
Esther
10
Daniel
Daniel
Daniel
12
Esdras y Nehemías
Ezra- Nehemyah
Esdras
10-13
1y2 Crónicas
Dabar-hayamim
Paraleipomenon
29-36


4.      Fijación del Canon Hebreo
Respecto a este tema hay muchas conjeturas entre los estudiosos de la Biblia. Es realmente difícil determinar con precisión el momento histórico en el que se fijó el Canon Hebreo como colección oficial y normativa. Algunos, para justificar el periodo intertestamentario (silencio divino), ubican la fijación de dicho canon en los tiempos de Esdras. Para ello, toman como base la mención que hace Ben Sirá de las tres agrupaciones del Canon Hebreo. Ahora, si bien es cierto que Sirácida (Eclesiástico), en su prólogo, menciona la agrupación de los Ketubim, no menos cierto es que él no la presenta como una agrupación cerrada o completa.

Por otra parte, hay que tener claro que entre los judíos de Palestina había varios grupos con doctrinas y principios propios, por ejemplo: fariseos, saduceos y esenios. Algunos de ellos aceptaban una parte del canon y otra no, como es el caso de los samaritanos que sólo aceptaban la Toráh. También hay que diferenciar entre los judíos palestinos y los de la diáspora  –los alejandrinos –.

El caso es que, actualmente, hay cierto consenso en que la fijación del Canon Hebreo se llevó a cabo después del 70 d.C. Pues antes de esta fecha la religión judía giraba en torno al Templo, de manera que, al faltar éste, el judaísmo sufrió ciertos cambios. En este nuevo contexto urgía tener una opinión única sobre qué libros eran los sagrados y normativos, para salvaguardar la integridad de la fe judía. Así que los fariseos alcanzaron la hegemonía espiritual y quisieron asegurar la vida religiosa estableciendo bases firmes para el incipiente judaísmo farisaico. Fue de esta manera que prontamente se fijó el canon hebreo, posiblemente en el Concilio de Jamnia. Allí se reunieron y establecieron las leyes para considerar un libro como inspirado. Para ello, siguieron tres criterios fundamentales:

a) La antigüedad: Para ser considerado inspirado, un libro debía haber sido escrito antes del último profeta, Malaquías, en el siglo V a.C.
b) Debía estar escrito en la lengua sagrada, el hebreo.
c) Estar conforme con los principios religiosos del judaísmo farisaico.



II.                Canon Alejandrino
Se denomina “Canon Alejandrino” a la colección de libros aceptados como inspirados en la Versión Griega. La “Versión Griega” es una traducción que se hizo de la BH al griego. Sucede que en las diásporas (comunidades judías fuera del territorio de Palestina), con el tiempo, se había perdido el idioma hebreo, de manera que se hizo necesario hacer una traducción al griego del texto en hebreo, para que ellos pudieran leerla.

Según dice la tradición esta traducción fue hecha alrededor del siglo III a.C., atendiendo a una carta enviada por Demetrio de Falerón al rey de Judea, en la que pedía una traducción de la Ley Judía para la biblioteca real. Se dice que esta labor fue llevada a cabo por 72 hombres en 72 días, de ahí el nombre de la traducción: “Versión de los LXX o Septuaginta”.

En fin, el Canon Alejandrino son los libros admitidos como inspirados en la Septuaginta, incluyendo los deuterocanónicos del AT. La Septuaginta está dividida en 5 grupos: Pentateuco, libros históricos, profetas mayores y menores y sapienciales. La mayoría de las Biblias, a la hora de tomar el AT, adoptan el orden del Canon Alejandrino. Además, fue esta la versión que usaron los primeros cristianos; inclusive, casi todas las citas que aparecen en el NT del AT, fueron tomadas de la Septuaginta, no de la Biblia Hebrea.


III.             Aceptación del Canon Hebreo en la época del NT:
Jesús y los apóstoles aceptaron la tradición judía de forma natural y sin discusiones. Esto lo afirma el hecho de que el NT cita 350 veces el AT. Y aunque en el NT no hay una lista de los libros del AT, sí hay referencia a las agrupaciones de la BH: la ley, los profetas y los salmos (cf. Lc 24.44 y otros). Aquí hay una prueba de que la tercera colección del Canon Hebreo todavía no estaba cerrada en tiempos de Jesús. De la Ley, todos los libros son citados; de los profetas sólo no hay cita de Abdías y Nahúm; en cambio, de los Escritos no se mencionan: Esdras, Nehemías, Eclesiastés, Cantar de los cantares y Proverbios.





SEGUNDA PARTE
Historia del Canon del Nuevo Testamento

I.                   Canon del Nuevo Testamento
Cuan hablamos de Canon del Nuevo Testamento”, nos referimos a la colección de libros considerados como inspirados por el Cristianismo. Ahora, es difícil tarea trazar la historia del canon del NT, ya que en los primeros siglos no podemos hablar de un cristianismo homogéneo, sino de cristianismos. La razón de esto es que, desde el siglo primero, surgieron diversas comunidades cristianas con perspectivas en intereses diferentes, las cuales asumieron la práctica de la fe cristiana de manera distinta.

El caso es que, como había diversas comunidades cristianas establecidas a lo largo y ancho del territorio que cubría el vasto Imperio Romano, los diferentes escritos neotestamentarios fueron a parar en lugares diversos. De aquí la dificultad que implicaba reunirlos. Por otro lado, no eran sólo los apóstoles los que escribían, sino que había muchas personas escribiendo cartas y enviándolas a las iglesias, de manera que era difícil determinar cuáles eran libros inspirados y cuáles no. Estas son algunas de las causas por las que no podemos hablar de un canon del NT sino hasta finales del siglo IV d.C., aunque la fijación definitiva de dicho canon la encontraremos en el siglo XVI, a partir de la Reforma.

De lo anteriormente dicho se desprende el hecho de que tratar de comprender y de trazar la historia del canon del NT, implica comprender el proceso de recopilación y clasificación de los libros inspirados, así como también la aceptación de dichos libros como canónicos por parte de las diversas comunidades cristianas de los primeros siglos.

Para tratar de comprender el proceso de creación y formación del canon del NT, estudiaremos algunos de los eventos ocurridos, relacionados con este tema, entre los siglos I-V. Es decir, desde el momento en que se escriben los textos del NT hasta el último de los padres de la iglesia (San Agustín).

1.      Proceso de formación del canon del NT
Todos los libros del NT fueron escritos a partir de la segunda mitad del siglo I, comenzando por 1Tesalonises que es el primer escrito cristiano. Como dijimos anteriormente, en sus inicios los textos fueron dirigidos a comunidades específicas; las cuales, desde el principio, acogieron estos escritos como parte de su praxis de fe cristiana. Hubo algunos escritos que tuvieron más importancia que otros como es el caso de los evangelios y el “corpus paulino” (cartas de Pablo).

Pues bien, al comienzo, luego de ser escritos a sus respectivas comunidades, los libros se agruparon por regiones. Por ejemplo: en Grecia y Asia Menor las cartas de Pablo se unieron a las de Juan y al evangelio de Lucas; en Siria y Palestina se unieron Mateo, Santiago y Judas, etc.

Durante el siglo II, la mayoría de los escritores citan o aluden a casi todos los libros que posteriormente constituirán el Canon del NT, reconociéndolos como inspirados (excepto 3 Juan). En este periodo, en casi todas las iglesias había dos grandes colecciones parciales a las que se le reconocían autoridad canónica: los evangelios y el corpus paulino. Justino Mártir (166 d.C.) indica la existencia de un canon de los evangelios. Otro que corrobora esta idea es Taciano (180 d.C.). Por su parte, Ireneo (202d.C.) defiende la canonicidad de los cuatro evangelios, y reconoce como Escritura todo el Corpus Paulino.

2.      El nombre de Nuevo Testamento
El término “Nuevo Testamento” surge a raíz de dos textos bíblicos (cf Mt 26.28 y Heb 8.6-13), en los cuales se habla de una “Nueva Alianza” o “Nuevo Pacto”. Ahora, es Tertuliano quien por primera vez usa el término de Nuevo Testamento, para aplicarlo a estos libros bíblicos, alrededor del año 200 d.C.

3.      Canon de Marción
Marción, aunque es considerado hereje, juega un papel importante en la historia del canon neotestamentario. Él consideraba al Dios del Testamento Judío como un Dios sanguinario, vengativo, totalmente divorciado del Dios de amor del que habla en NT. Por tal razón, entendía que sólo podía ser auténtico el escrito que hablase de Dios amor. De aquí que únicamente reconoció autoridad divina a 10 cartas de Pablo y el evangelio de Lucas. Después rechazaba todo el AT y lo que en el Nuevo tuviera elementos del Judaísmo. Así que Marción redactó su canon, lo cual llevó a la iglesia a acelerar el proceso de canonización de los libros del NT.

4.      Requisitos para que un libro fuera admitido en el Canon del NT
Apostolicidad.
Antigüedad del escrito, que haya sido escrito en tiempo de los apóstoles.
Aprobación apostólica.
Ortodoxia doctrinal.
Armonía con otros libros de la Escritura ya aceptados.
Carácter edificante y universalidad.
La aceptación del libro por las diversas comunidades de fe.

5.      Creación del canon del Nuevo Testamento
A principios del siglo III, el canon bíblico del NT estaba prácticamente formado y había un consenso casi unánime. Aun así, en algunas comunidades no había un conocimiento completo del canon o había dudas sobre la normatividad real de los escritos. Veamos esto en detalle.

·         Galia meridional: en tiempo de Ireneo (202 d.C.) el canon estaba casi completo. Se habla de los 4 evangelios, 13 cartas de san Pablo (excepto Filemón) y todos los demás, excepto 2 Pedro y 3 Juan.
·         Roma: alrededor del año 200 d.C. (quizás un poco antes) encontramos el Canon Muratoriano. Este atestigua la canonicidad de todos los libros del NT. Sólo deja de mencionar a Hebreos, Santiago, 2 Pedro y 3 Juan.
·         Alejandría, Egipto: aquí nos dice Orígenes (254 d.C.) que hay unos libros que todos aceptan: 4 evangelios, Hechos, 13 cartas paulinas, 1 Pedro, 1 Juan y Apocalipsis. Menos 2 Pedro, 2 y3 Juan, Judas.
·         Asia Menor: encontramos el canon completo hacia finales del siglo IV.
·         África Latina: encontramos una lista incompleta con Tertuliano (222 d.C.), pero es San Agustín quien presenta un canon completo.
·         Palestina: afirman Eusebio de Cesaréa (304 d.C.) y Cirilo de Jerusalén (386 d.C.) que el siglo IV había una aceptación universal del canon del NT.
·         Siria y Antioquía: se habla de un canon completo en torno al 450 d.C.


II.                Los deuterocanónicos del NT
Como dijimos, son deuterocanónicos aquellos libros que, en principio, a algunas comunidades les parecieron dudosos hasta que se formó el canon definitivo. Hebreos, Santiago, 2 Pedro, 2 y 3 Juan, Judas y Apocalipsis son los llamados deuterocanónicos del NT pues, en los primeros siglos de la era cristiana, hubo dudas entre las comunidades respecto a su canonización.

Algunas de las causas de la poca aceptación de estos libros, según Silverio Velasco, son las siguientes:
a) Las dificultades de comunicación y diferencias culturales entre las ciudades no facilitaban la transmisión de los escritos y su conocimiento.
b) El hecho de que algunos escritos iban dirigidos a una sola persona (2 y 3 Juan) o a una comunidad concreta, hacía que no circulasen en otras comunidades.
c) La difusión de apócrifos que se hacían pasar por libros sagrados o como libros apostólicos.
d) La falta de una definición oficial por parte de la Iglesia, que pudiera quitar las dudas[5].


III.             Fijación del canon definitivo:
Es con Agustín de Hipona, en el Concilio de Cartago (419 d.C.), que  encontramos un Canon del NT completo. Además, es importante la carta Consulenti tibi del Papa san Inocencio I a san Exuperio, obispo de Tolosa (Francia), el 20 de febrero del a. 405. En ella, el Papa responde sobre el canon de libros sagrados, presenta una lista completa de los libros del Canon del NT, la cual posteriormente usará el Concilio de Trento (siglo XVI).

Ahora bien, es en el siglo XVI, a raíz de la Reforma Protestante, donde encontramos un canon definitivo – Concilio de Trento (1545-1563). Pese a los sucesos anteriormente descritos, ocurridos entre los siglos I-V d.C., en relación con el Canon del NT; durante toda la Edad Media siguieron las discusiones respecto al tema, hasta el siglo XVI. Es en este momento de la historia la Iglesia Católica fija su canon bíblico.

Por su parte, entre los Protestantes, aunque hubo ciertos problemas con la aceptación de algunos libros (como es el caso de Lutero que rechazaba el libro de Santiago), también se fijo el canon definitivo.

El canon bíblico, entre católicos y protestantes, se diferencia en el hecho de que los primeros acogen los deuterocanónicos del AT y los reconocen como inspirados; mientras que los segundos, siguiendo el Cano Hebreo, no les reconocen valor de inspirados a los deuterocanónicos del AT, sino que los consideran como apócrifos.



Revisado por:
Daniel Bonilla, costarricense: Lic. en Lingüística de la Universidad de Costa Rica; doctorado en Antiguo Testamento en la Universidad Teológica Princeton; profesor de: hebreo en la Universidad Biblia Latino Americana.


[1] Pérez Fernández, Miguel y Julio Trebolle Barrera. Historia de la Biblia. Editorial Trotta. España 2006. pp. 85-86.
[2] Ibid., 86.
[3] Ibid., 89.
[4] Ibid., 89.
[5] Velasco, Silverio. Conferencia regional sobre el canon bíblico. 2010

jueves, 21 de julio de 2011

EL MISTERIO DEL AMOR


Por: Pedro Miguel Fernández Hernández
 
En una ocasión Jesús resumió todos los mandamientos de la ley y los profetas en una invitación universal al amor: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Mc 12.30-31a). Jesús concluye afirmando: No hay otro mandamiento mayor que éstos.” (Mc 12.31b). Para Jesús el amor es el mandamiento sumo, no porque sea un mandamiento, sino porque trasciende todos los mandamientos y leyes humanas – si el amor se convierte en mandamiento pierde su naturaleza auténtica que es trascender los mandamientos. Según lo que Jesús propone, si vivimos en amor y para amar, no hace falta ningún tipo de ley. Pues quien ama no daña a nadie, y no necesita la ley, no porque haya violentado la ley, sino porque la ha trascendido. Hasta aquí, el aporte de Jesús nos lleva a entender porque es necesario amar.
 
Pablo, en 1Co 13, presenta el amor como un don. Es decir, que el amor no es algo que haya construido el ser humano, sino que es una dádiva gratuita que proviene de Dios. De ahí que el amor no es un mérito, ni un reconocimiento, ni se le otorga al ser humano porque lo merezca, sino que es gracia divina. Pero Pablo no se queda ahí, pues para él, el amor no es simplemente un don, sino el don máximo: “Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor” (1Co 13.13). Hasta aquí, el amor trasciende todos los mandamientos humanos y todos los dones divinos. Pero, ¿Por qué esta naturaleza tan transcendental del amor? Para ello vamos al apóstol Juan.
 
El apóstol Juan, conocedor de los misterios divino, nos muestra una nueva dimensión del amor, y lo expresa magistralmente en 1Jn 4.8: “El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor”. Aquí está nuestra respuesta, el amor es tan trascendental porque es la misma naturaleza de Dios. Mientras que los mandamientos son creaciones humanas y los dones son dádivas divinas, el amor es la naturaleza misma de Dios. De ahí que quien no ama, por más de voto que sea, no ha conocido a Dios, pues amando es que conocemos a Dios.
 
Ahora bien, Juan sabe que muchos podrían fingir amar a Dios, y como eso no es algo de mostrable, nadie se daría cuenta. Por eso Juan advierte: Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? (1Jn 4.20). En Juan nos damos cuenta de que no es a Dios quien debemos amar primero, sino al prójimo. Pues si Dios es el amor, nadie toma el amor para amar el amor, sino para ama a otros. De manera que lo importante aquí es amar al prójimo, pues ello demostrará que el amor mora en nosotros, y si Dios es el amor en sí mismo, entonces vivir en amor es vivir en Dios, y tener dentro el amor es tener dentro a Dios. Por eso toda persona que ama nace de nuevo en Dios y Dios mora en su vida. Mis amadas y amados, amémonos unos y otras, pues de esta manera habremos permitido a Dios hacer morada dentro de nuestra vida.

EL AMOR CUBRIRA MULTITUD DE PECADOS


Por: Pedro Miguel Fernández Hernández
 
En una ocasión escuché a una persona preguntando ¿Quién puso este objeto aquí? El objeto había sido dejado en un lugar en el que estaba prohibido dejar ese tipo de objeto. La persona que preguntaba era la persona encargada de hacer cumplir la norma. De manera que lo que estaba haciendo era lo normal. Lo que llamó mi atención fue su actitud. Pues, hasta donde tenía entendido una prohibición viene a corregir o prevenir un mal que pudiera afectar al individuo o la colectividad. De ser así, la actitud más correcta es extirpar al mal, para que no haga daño a alguien. Es decir, lo primero debió ser quitar el objeto del lugar en que no debía estar y luego investigar; si es verdad que era dañino el hecho de que dicho objeto estuviera en aquel lugar. Pero la persona encargada de guardar el orden lo único que hizo fue continuar preguntando durante unos días ¿quién puso este objeto aquí?  Sin eliminar el problema, hasta que un buen samaritano (quizás el mismo que dejó el objeto) lo quitó de aquel lugar. Si hubiera sido una bomba atómica todos estuvieran muertos.
 
Este suceso, junto con muchos otros similares, me han llevado a diversos cuestionamientos: ¿Cuál es la función de una norma? ¿Cuál debería ser el accionar de quienes guardan el orden? ¿Por cuáles causas la gente infringe una norma?
 
¿Cuál es la función de una norma? Lo ideal sería que las leyes contribuyan a mantener, en todos los sentidos, el bienestar y la armonía integral del individuo y de la colectividad humana. Desde este punto de vista, todas las leyes serían buenas. Pero se da el caso de que en la práctica pareciera que las leyes han sido impuestas para mostrar la falibilidad humana. Es decir, que las leyes sólo sirven para acusar y condenar a los seres humanos por sus errores. Como todo humano se equivoca en algún momento, las normas vienen a ser una realidad hostil a la existencia humana.
 
¿Cuál debería ser el accionar de quienes guardan el orden? Lo interesante es que, la mayoría de, quienes están puestos para guardar el orden, hacen cualquier cosa menos eso. No son guardianes del orden, sino detectores de los defectos humanos, en tanto que encubren los propios tras su posición. Así, como los hipócritas escribas y fariseos, que cuelan el mosquito ajeno y se tragan el camello propio (Mt 23.24).
 
¿Por cuáles causas la gente infringe una norma? El transgresor de nuestra historia, pudo haber dejado el objeto por olvido o adrede. ¿Por qué lo hizo? No lo sabemos. El caso es que ni en la sociedad ni en la religión se recluta al transgresor para sanarlo, sino para cumplir la patética ley de privar al transgresor de ciertas libertades. Por ejemplo, la sociedad manda la gente a la cárcel, lugar donde se mutila y aliena al ser humano, por eso la mayoría de los que salen, vuelven peor. En la iglesia se le pone una disciplina a la persona, que consiste en privarle de ejercer ciertas actividades. Yo pregunto ¿cuándo la exclusión o la marginación ha cambiado a la gente? Algunos dirán: hay gente que ha cambiado, es cierto. Pero es muy cierto también, que casos aislados no pueden juzgar por la generalidad.
 

La gente parece haber olvidado las primitivas instrucciones cristianas:Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo” (Ef 4.32). Todos somos imperfectos y estamos proclives a fallar. ¿Por qué seguir mirando la paja en el ojo ajeno y no miramos la viga que hay en nuestro ojo (Mt 7.3)? ¡Qué bien seria todo si el amor de Dios estuviera en el ser humano! Como dice 1 Pedro 4.8: “Y ante todo, tened entre vosotros ferviente amor; porque el amor cubrirá multitud de pecados”. Cubrir los pecados no implica justificar los errores de los demás, sino, sabiendo que nosotros también erramos, corregir la falta ajena en vez de utilizarla como instrumento de acusación, y restaurar a quien falla en vez de condenarle. ¿Usted qué hará?

SARS-COV-2 (COVID-19): Pánico, Demonios y Conspiraciones

"Una reflexión desde la Psicología Social y la Sociología de la Religión" Pedro M. Fernández “Es necesario que todo e...