Por: Pedro M.
Fernández
Existen diversos
factores que motivan nuestra conducta y que configuran nuestra percepción,
nuestra cognición social y toma de decisiones entre los cuales se encuentran
las expectativas. En el mayor de los casos nuestras expectativas determinan la
forma en que percibimos la realidad, nuestra toma de decisiones, cómo nos
relacionamos con los demás y la forma en que actuamos ante una situación
determinada. Ahora bien, ¿qué son las expectativas? ¿Cómo se forman? ¿Por qué
creamos expectativas? ¿Para qué sirven? ¿Podemos vivir sin ellas o son
inevitables? ¿Cómo afectan nuestra vida? ¿Hasta qué punto se corresponden con
la realidad?
1.
¿Qué son las expectativas?
Cuando creemos,
esperamos, deseamos o estamos convencidos de que ciertas cosas deben ser de
determinada forma, de que los demás o nosotros debemos ser o actuar de
determinada manera, estamos ante una expectativa. Las expectativas son una
predicción, una visión a priori, una atribución anticipada de lo que debemos
esperar que suceda en determinadas circunstancias sea con objetos o con
personas. Las expectativas tienen que ver con lo que espero de mí, lo que los
demás esperan de mí, lo que supongo que los demás esperan de mí, lo que espero
de los demás y lo que le digo que a los demás esperen de mí.
2.
¿Cómo se forman las expectativas?
La esperanza de que
algo suceda de determinada manera está basada en la creencia de que ese algo
puede suceder de la forma prevista. Quiere decir que nuestra creencia de que
las cosas son o suceden de determinada manera en circunstancias específicas nos
predispone a esperar que tal cosa suceda (nos crea una esperanza). Ahora, el
afán de certeza de nuestra esperanza nos lleva a que deseemos que lo que
creemos y esperamos que suceda, se haga realidad llegado el momento. Cuando la
certeza es extrema, tenemos total convicción y nos apegamos a nuestra
esperanza, ilusionándonos de tal modo que entendemos que lo que es posible es
un deber. En este punto, la cuestión no es si tal cosa puede suceder, sino que
debe suceder. Por ejemplo, la persona que está convencida que su pareja jamás
le abandonará y no se da ninguna oportunidad de cuestionar tal cosa.
Las expectativas se
crean sobre la base de las experiencias y conocimientos previos, de creencias,
esperanzas y deseos. A partir de nuestras experiencias nuestro cerebro va
creando patrones de sucesos en los cuales los acontecimientos son asociados a
sus respectivos contextos y almacenados en la memoria para recurrir a ellos en
momentos futuros en caso de que los necesitemos, esto crea una economía de la
percepción y de la toma de decisiones sobre la base de la creencia de que si
algo sucedió en un contexto determinado aumenta la probabilidad de que
acontezca nuevamente dada una situación similar. Por ejemplo, si le asaltan en
un lugar determinado, se evitará dicho lugar pues se prevé que podría
repetirse. Pero esto no es sólo un pensamiento, sino que hay emociones
asociadas y una respuesta de estrés. Las expectativas a nivel obsesivo estarán
en la base del estrés postraumático.
Por otra parte, los
aprendizajes que vamos adquiriendo en la familia, la escuela, la religión y la
sociedad en general van a moldear nuestras expectativas, diciéndonos qué
debemos esperar de determinados contextos, qué debemos esperar de los demás y
qué esperan los demás de nosotros. En esta base también creamos nuestra
identidad y conducta social sobre la suposición de lo que se espera de
nosotros.
Las expectativas
también están en la base de la ética deontológica (la ética del deber).
Colectivamente consensuamos cuál debería ser la conducta del ciudadano y se
espera que éste se acoja a lo que se espera de él; se espera que el profesional
se apegue a los códigos éticos que le rigen. En este caso las expectativas
sociales nos dice cuando alguien se está desviando de lo que se espera.
Establece entonces criterios de normalidad y anormalidad. Por ejemplo, “a ti no
te luce hacer eso”; “los evangélicos no hacen eso”; “los niños no hacen eso”;
“los políticos son todos ladrones”; “de ese muchacho no se puede esperar mucho”.
Estos son ejemplos de expectativas, cosas que se esperan o no de alguien o de
quienes pertenecen a un grupo.
3.
¿Por qué creamos expectativas?
Cabe decir, en un
primer momento, que las expectativas están en la base de nuestros mecanismos
evolutivos, el condicionamiento clásico es un buen ejemplo de ello. Si pensamos
en el perro de Pavlov, al que se le presenta la comida y éste saliva (EI-RI).
Luego se asocia el sonido de una campana (EN) con la presentación de la comida
(EI) y esto produce un estímulo condicionado (EC), el cual produce una
respuesta condicionada (RC) parecida a la RI. ¿Qué ha sucedido aquí? Según el
condicionamiento clásico, el perro ha aprendido a salivar frente al sonido de
la campana (EC). En nuestra opinión, el perro lo que ha hecho es una nueva
asociación entre la comida y el sonido de la campana basado en la expectativa
de que el sonido de la campana representa la llegada de la comida. En última
instancia, el perro no ha aprendido nada, sino que lo que ha hecho es crear una
expectativa temporal de que el sonido de la campana es un aviso de que viene la
comida. Es decir que la expectativa motiva la salivación gracias a la
anticipación de la gratificación que activa el sistema dopaminérgico. Dicha
expectativa se desvanecerá si se deja de asociar la comida con el sonido de la
campana.
Desde aquí la
posibilidad de crearnos expectativas es un mecanismo biológico que nos permite
detectar posibles patrones relativamente estables en el entorno y apoyarnos en
los mismos para prever lo que sucederá a continuación en relación con una
situación específica y desde ahí acercarnos o evitar dicha situación. Esto
tiene un valor adaptativo, pues nos permite instalar o desinstalar conductas.
Por otro lado, si
tenemos un punto de partida (A) y un punto meta (Z), saliendo de A llegar hasta
Z sería la meta. Pero ¿qué nos motiva a realizar ese recorrido? La motivación
por incentivos dirá que el incentivo será la mediación motivacional para
realizar dicho recorrido. Es decir, en un momento determinado se realiza el
recorrido A-Z y al llegar a la meta (Z) se recibe un incentivo. Esto crea una
expectativa (vaga, que irá incrementando en la medida en que se repita en
patrón) de que si se realiza de nuevo el recorrido, se recibirá dicho incentivo
(reforzador). Si al realizar nuevamente el recorrido A-Z, se recibe nuevamente
el incentivo, esto refuerza la expectativa de que siempre dicho incentivo
estará al final de la meta, lo cual aumentará la probabilidad de que se realice
el recorrido si el incentivo es deseado. De alguna manera nuestro cerebro
detecta y asigna patrones a la realidad y una vez establecido un patrón se fía
del mismo.
Desde este ejemplo, en
el condicionamiento operante, el reforzador presentado contingente a la
conducta crea la expectativa de recibir nuevamente el reforzador (incentivo)
cada vez que se emita la conducta. Cuando el patrón se vuelve muy complejo
(impredecible) como es los programas de reforzamiento intermitente, como los de
intervalo variable, la extinción es mucho más difícil, porque las expectativas
son más duraderas, pues se supone que se va a recibir la recompensa pero no se
sabe cuando, como en los juegos de azar.
He observado a
personas enamoradas de otras. Por ejemplo, en una ocasión un joven estaba muy
enamorado de una joven que aunque decía estar enamorada de otro, le daba
esperanzas a él. El joven seguía tratando de conquistar a la joven la cual
tomaba todo de él y a cambio sólo le daba esperanzas y de vez en cuando alguna
caricia. Así este joven aunque veía que ella estaba tras otro, mantuvo por
mucho tiempo una esperanza (expectativa), porque de forma intermitente se
reforzaba su sentimiento con una esperanza o una caricia.
Entonces, creamos
expectativas porque biológicamente tenemos la capacidad para hacerlo, porque
desde pequeños nos enseñan a hacerlo, ya que la misma sociedad tiene su propio
espectro de expectativas, cosas que se esperan de nosotros y otras que nosotros
deberíamos esperar de otros.
4.
¿Para qué sirven las expectativas?
De alguna manera, las
expectativas sirven para ubicarnos en el contexto y tener una idea de qué
debemos esperar de un contexto determinado. Desde aquí los estereotipos y
prejuicios están cargados de expectativas. Si alguien pertenece a determinado
grupo se espera que se comporte de determinada forma. También sirve para
indicarnos lo que se espera de nosotros en una posición o lugar determinado, si
soy profesor se esperar un determinado comportamiento de mí. Nos dice lo que
deberíamos esperar en situaciones determinadas: si voy a la iglesia la
expectativa me permite tener una imagen interna de lo que encontraré allá, de
acuerdo a la información previa que poseo de lo que sucede en una iglesia,
igual si me invitan a un concierto de un artista que me gusta.
Pero también me pueden
crear una expectativa sobre alguien, por ejemplo un tema en una ponencia, o lo
cuentos de lo bueno que se dio el último concierto con ese cantante o la hoja
de vida que leen antes de que el expositor empiece su ponencia. También nos
creamos expectativas sobre la base de una idea de elementos abstractos ¿qué es
el amor? Y lo que debo esperar de una persona que dice que me ama. La
expectativas sirven para saber sobre qué pie estamos parados y eso nos produce
cierto nivel de confianza.
El punto es que en el
mayor de los casos nuestras no están basada sobre información de calidad, sino
sobre creencias sin fundamentó lógico, sobre tabúes, mitos, prejuicios, etc. lo
cual dificulta la existencia de una correspondencia entre la expectativa y la
realidad.
5.
¿Podemos vivir sin las expectativas o
son inevitables?
Al parecer no podemos
vivir sin ningún tipo de expectativas, pero si podemos hacernos conscientes de
las mismas para no dejarnos esclavizar de las ellas y para construir
expectativas lo más cercanas a la realidad. Pues en definitiva, el problema no
son las expectativas perse, sino que muchas veces las mismas están muy lejos de
la realidad y que también tendemos a apegarnos a las mismas sin
cuestionamientos críticos.
6.
¿Cómo afectan las expectativas nuestra
vida?
Como ya hemos visto,
las expectativas están presentes en todos los ámbitos de nuestra vida, lo cual
implica que las mismas nos afectan para bien o para mal. ¿Cuándo nos afectan
negativamente las expectativas?
Cuando creamos
expectativas sobre los demás muy lejanas a la realidad, sobre esquemas
idealistas que sólo existen en nuestro pensamiento, cuando tenemos una certeza
demasiado elevada de nuestras expectativas al punto de obsesionarnos con las
mismas, cuando damos por sentado nuestras expectativas sin cuestionamientos y
luego estas no se corresponden con la realidad. En tal caso, terminamos
frustrados, decepcionados, desilusionados, desencantados, nos sentimos
defraudados o traicionados. Todo esto crea estados emocionales que en muchos de
los casos terminan enfermando a la persona. Si pensamos que nuestra pareja no
es capaz de sernos infiel y ocurre que nos es infiel podríamos terminar muy
mal, dependiendo de qué tan altas eran nuestras expectativas de lo contrario.
De aquí que sería inteligente pensar que los demás son capaces de cualquier
cosa si las circunstancias se prestan para ello. Además, deberíamos esperar más
de nosotros mismos y menos de los demás (respeto, honestidad, amor, etc.).
¿Por qué muchas veces las
personas están dispuestas a lo que sea por defender ciertas expectativas? En
ocasiones se apegan tanto a determinadas expectativas que empeñan por ellas
parte de su vida e identidad y luego por no aceptar el dolor de la pérdida
prefieren quedarse apegadas a las mismas al precio que sea. Incluso, tienden a
manipular la situación para que se cumplan sus expectativas. Por ejemplo, tener
la expectativa de que nuestra pareja cambien y sea de una determinada manera,
pero eso no ocurre. Entonces, querer manipularla para que llene nuestras
expectativas a precio que sea, preferimos perderla intentando cambiarla,
supuestamente por no perderla.
A veces las personas
se hacen esclavas de las expectativas de los demás, sobre la base de lo que
suponen que los demás esperan de ellas. Muchas veces las personas viven
preocupadas u obsesionadas con llenar las expectativas de su padre-madre,
pareja, otros familiares, amistades, iglesia o sociedad al punto de no vivir
para sí y de no ser felices.
La sociedad funciona
de esta manera, al punto de que como hemos dicho anteriormente, dependiendo el
lugar donde estemos la sociedad espera algo de nosotros. Pero algunas personas
exageran la situación al nivel de volverse esclavas de dichas expectativas. Y cuando
la persona siente que no cumplió con las expectativas, entonces se siente
culpable y con remordimiento por haber defraudado a los demás.
La profecía
autorealizada evidencia el poder de nuestras expectativas sobre nosotros
mismos. Cuando la convicción de nos irá mal en algo termina en la obtención de
dichos resultados y a su vez se convierten en confirmación de que nuestra
convicción era correcta. De igual modo nuestras expectativas sobre los demás
tienen un impacto, como lo evidencia el efecto Pigmalión.
Cabe subrayar que
cuando creamos expectativas en los demás o tratamos de encajar en expectativas
culturales que no se corresponden con lo que somos, terminando haciendo daño.
El trauma temprano es un buen ejemplo de ello. En caso de violación, abandono o
maltrato por parte de la persona (padre, madre, tutor u otro familiar) que se
supone que debe cuidar y velar por la seguridad del niño o niña y termina
haciendo lo contrario. Esto causa un impacto emocional muy fuerte en el menor,
pues se hace difícil asimilar que esa persona le hiciera algo de lo que se
suponía que debía protegerle. Al parecer muchos se pasan la vida funcionando
con esos mismos mecanismos que eran útiles durante la infancia por causa de la
dependencia para la supervivencia, pero que deberían ser superados en la medida
en que crecemos y maduramos.
Hay expectativas que
se basan en la dependencia del otro y no en la realidad del otro. Sobre la base
de lo que una persona debe pensar en una situación dada, nos creamos una teoría
de la mente del otro y cuando no piensa así, muchas veces no sentimos mal. A
veces suponemos que nuestra pareja y amistades cercanas piensan en todo igual
que nosotros.
Por otro lado, en
ocasiones, basados en la ideas de que una intención es la causa de una acción
(teoría de la atribución), tenemos la idea de que si alguien tiene cierta
intención sabremos qué será lo que hará, pero muchas veces no sucede así. Todo
esto afecta nuestra vida de una u otra manera. A veces la frustración de una
expectativa puede marcarnos para toda la vida, modificando nuestra forma de
relacionarnos, nuestra cosmovisión, nuestra toma de decisiones, nuestra
motivación y cognición social.
7.
¿Hasta qué punto se corresponden
nuestras expectativas con la realidad?
El problema de las expectativas
es que no siempre se corresponden con la realidad, aunque las mismas sean
socialmente compartidas e influyan a su vez sobre las expectativas personales y
viceversa, las mismas a veces son construcciones que no se basan en evidencias,
sino en falsas creencias, en saberes que provienen del sentido común y en
interpretaciones personales internas.
También hay que tomar
en consideración que las expectativas pueden modificar la realidad. Fuertes
expectativas pueden llevar a la modificación de la percepción. A veces
podríamos enfocar excesivamente nuestra atención en algo de lo que estamos
convencido que sucederá o algo que esperamos ver en un lugar y momento
determinado que podríamos terminar viendo lo que esperamos aunque no sea real,
sino una creación de nuestra de nuestro interior. Las alucinaciones pueden ser
un buen ejemplo de ello, pero también en la ciencia lo vemos en el sesgo de
confirmación, en la psicología la profecía autorrealizada. Ejemplos de estos
tres casos podrían ser: la persona que ve a su pareja con otra persona, siendo
falso, pues está convencida de que le es infiel; o la persona que ve un
fantasma donde se supone que aparece uno. El científico que tiene tanto deseo
de afirmar su teoría que termina encontrando prueba de ella en todos lados, sin
percatarse que está manipulando los instrumentos para que le confirmen lo que
desea. Por otro lado, el estudiante que está convencido de que no sabe hablar
en público y que por ello le irá mal en la exposición a pesar de que se sabe el
tema y al final termina haciendo un pésimo trabajo.
Finalmente, un paso
importante en el camino de tener expectativas más realistas sería:
- Darnos cuenta de que
nuestras expectativas son solo eso, expectativas.
- Considerar que los
demás tienen sus propias expectativas muchas veces diferentes a las nuestras.
- Tratar de que
nuestras expectativas estén basadas en evidencias.
- Cuestionarlo todo,
sobre todo lo que creemos y no dar nada por sentado.
- Tratar de ser
coherente con las expectativas que construimos en los demás acerca de nosotros.
- Tener mayores
expectativas sobre nosotros que las que tenemos sobre los demás.
- No apegarnos a
ninguna expectativa, ni esclavizarnos de las expectativas de los demás.
- Darnos tiempo para
conocer mejor la realidad y suponer menos.
- Tratar de constatar
las cosas como son en vez de querer ver lo que entendemos que debe ser, etc.
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