viernes, 14 de octubre de 2011

EL ARTE DE ENAMORARSE

Por: Pedro Miguel Fernández.

Se ha afirmado que el amor no tiene límites. Yo entiendo que eso es cierto, pues el amor en su naturaleza intrínseca es una realidad extra-humana infinita. Ahora bien, en las relaciones de pareja a todo hay que marcarle límites. Soy consciente de que no podemos marcar límites al amor, pues es una realidad que nos trasciende. Mas, si tu pareja te violenta, puedes decirle: te amo, pero te dejo, no porque no te ame, sino porque primero me amo a mí y estar a tu lado me hace daño. Digámoslo de otra manera, por su naturaleza, el amor llega hasta donde se atenta contra el ser en sí mismo; de manera que, allí donde se violenta la dignidad de la pareja habrá cualquier otra cosa menos amor.

Pese a esta realidad mucho deciden sacrificarse en nombre del amor. Durante la historia se ha rendido culto al sacrificio sentimental ilimitado, esto se ha convertido en una epidemia que aniquila vidas, la cual lleva a la gente (mayormente a las mujeres) inexplicable y embelesadamente como ovejas al matadero. Lo que no se dan cuenta es que, en el mayor de los casos, el sacrificio que se exige en nombre del amor puede ser una excusa para utilizar al otro para los propios fines.

Ahora, puedes escoger otro camino, que te lleve a relacionarte de forma sana con tu pareja. Jesús tenía mucha razón cuando dijo: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Es decir el parámetro del amor eres tú mismo/a. ¿Hasta dónde debes amar? Hasta donde te amas a ti, no más de ahí. Por ello, hay poco de racional en la frase: te amo más que a mí mismo/a.

Para Walter Riso, “el límite del amor lo define la integridad, la dignidad y la felicidad”. Cuando en nombre del amor te piden que renuncies a lo que eres, necesitas poner un límite, o cuando el ser para otro te impide ser para ti. Recuerda, si por hacer feliz a la persona que amas renuncias a tus deseos íntimos, habrás reprimido tu esencia y adoptado un look prestado que distorsiona tu verdadero yo. Un amor que exija la despersonalización y la castración motivacional e intelectual del otro para que funcione, no es amor sino esclavitud.

Siendo así, ¿qué se puede hacer? Frente a esta realidad, la mejor decisión será que aprendas el arte de enamorarse. Este consiste en, pensar primero lo que quiere, establecer políticas claras y aprender a negociar. Al momento de establecer una relación de pareja debes preguntarte ¿Qué tanto la persona que amas le viene bien a tu vida y qué tanto concuerda (afinidad) con tus metas, intereses y necesidades y, de igual manera, tú para esa persona?

Por otra parte, dice Riso, “donde hay juegos de poder o relaciones de dominancia se necesita la política”. Platón definía la política como el arte de vivir en sociedad. Para que la pareja pueda convivir, necesita establecer políticas claras. Como dicen: “cuentas claras conservan la amistad”.

Como la relación debe ser negociada, el primer trato debe ser el siguiente: “estaré a tu lado siempre y cuando me sienta amada o amado, pueda llevar adelante mis proyectos de vida y no violentes mis principios y valores”. Hay que tener claro que hay valores que no son negociables. Por ello, hay que establecer límite en lo que negociamos. El límite de lo negociable es la dignidad personal. Ese es el valor de lo que no tiene precio. Yo te pregunto ¿cuánto vales? Te invito a reflexionar.

Aquí cito las palabras de Epícteto: “Cada cual se valora libremente en alto o bajo precio, y nadie vale sino lo que se hace valer; valórate, pues, como libre o como esclavo: esto depende ti”. No olvides que “un amor maduro integra el amor por el otro con el amor propio, sin conflictos de intereses” (Walter Riso). Quizás lo que necesitas es madurar en cuanto a tu compresión del amor y aprender el arte de enamorase. La mayoría se enamoran con el corazón, lo cual es muy fácil, pues solo hay que dejarse llevar de los sentimientos; pero yo te invito a que te enamores con el cerebro, sin sacarte el corazón.

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