jueves, 13 de octubre de 2011

LA IRONIA DEL ACTO NUPCIAL



 Por: Pedro Miguel Fernández



En el rito nupcial, el  sacerdote o pastor obtiene el consentimiento de la pareja por medio de preguntas, estas pueden ser la siguiente forma:

¿Juan Pérez, aceptas a María Santos, como tu legítima esposa; prometes amarla y respetarla, de hoy en adelante, en lo próspero, en lo adverso, en la riqueza, en la pobreza, en la enfermedad y en la salud, hasta que la muerte los separe?

El novio responde:
Si, acepto.

¿María Santos, aceptas a Juan Pérez, como tu legítimo esposo; prometes amarlo y respetarlo, de hoy en adelante, en lo próspero, en lo adverso, en la riqueza, en la pobreza, en la enfermedad y en la salud, hasta que la muerte los separe?

La novia responde:
Si, acepto.

Al recibir su consentimiento, el sacerdote o pastor dice:

Ustedes han declarado su consentimiento ante la Iglesia. Que el Señor en su bondad fortalezca su consentimiento para llenarlos a ambos de bendiciones. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.

En esta confesión hay dos frases que, durante la historia, han hecho más daño que bienestar a la mayoría de las parejas de casados: 1) “Hasta que la muerte los separe” y 2) “Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”. Para mucha gente, estas dos frases transmiten una misma idea: después de esta confesión, tendrás que vivir para siempre con la esta persona, porque es la voluntad de Dios. Esta es una de las causas  por la que muchas personas le huyen al matrimonio. Y la razón por la que muchos hablan del matrimonio como “una cruz”. Estas dos frases convierten al matrimonio en una hermosa jaula de diamante, de la que no podrás escapar aunque, con el tiempo, la misma se convierta en un infierno.

Ahora, habría que analizarlas, para comprenderlas mejor. “Hasta que la muerte los separe”. ¿Establece que la única forma de separación es la muerte? ¿Qué es lo que se está aceptando hasta que la muerte los separe? Te acepto como legítima/o esposa/o. Por consiguiente, prometo amarte y respetarte, de hoy en adelante… hasta que la muerte nos separe. Hasta aquí todo está bien. Ahora, el problema está cuando llegamos a las situaciones en la que el/la cónyuge tendrá que estar dispuesto/a a vivir con la otra persona. Adversidad, riqueza y pobreza, salud y enfermedad, entre otras no representa toda la realidad del matrimonio. Estas son situaciones normales en el ser humano, sería injusto dejar la pareja por algunas de estas razones. Hasta aquí es justo decir “Hasta que la muerte los separe”.

Pero parece que los sacerdotes, por no casarse, y pastores, por dedicarle más tiempo al ministerio que a la pareja, no se han dado cuenta cual es la realidad de un matrimonio hoy. Estoy seguro de que si fueran consientes de ello, agregarían las siguientes preguntas: ¿prometes no separarte de tu pareja aun en la agresión física, verbal o psicológica; aunque te coarte tu libertad, vulnere tus valores, te expropie de tu dignidad y mate tu felicidad; también en el desamor, la indiferencia y el menosprecio? Quisiera escuchar la respuesta de los novios. Lo descrito anteriormente, aunque queramos negarlo, para no cambiar, es la cruda realidad de gran mayoría de matrimonios hay. Así que, evidentemente, hay más razones que la muerte, que justifican la separación. Pues si la gente, bajo tales condiciones, jamás se casaría con la otra persona (es lo que entiendo, a menos que sean masoquistas), es más que racional entender que estas mismas razones son más que suficientes, para justificar la separación.

Mi opinión es que, si el matrimonio es para toda la vida, entonces es algo muy serio. Por tal razón, uno debería solo aceptarlo, solo estando conscientes de sus implicaciones, cosa que ignoran (o no quieren) la mayoría de los novios. Es poco honesto y responsable, por parte de los líderes religiosos, obviar estas realidades de matrimonio. Idealizar todo, sólo para que se efectúen matrimonios. Peor aún, la iglesia después se desentiende de todo lo que pase en el matrimonio, y frente a cualquier situación, puede ser hasta intento de homicidio, solo dice: hay que salvar el matrimonio, traten de arreglarse. Que hipócrita, irónico, sarcástico y poco cristiano: hay que proteger la institucionalidad dogmática, aunque sea en detrimento del ser humano. Pues a eso, mi respuesta a eso es: que se vulnere toda institución (sin importar lo divina que esta se proyecte), si esto es necesario, para salvaguardar la integridad, la dignidad y la felicidad del ser humano; pues mi teología es, que Dios creó al ser humano y, éste creó la institución. Nunca una creación humana será más importante que la creación divina.

“Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”. ¿Bajo cuales criterios se puede determinar que, porque una persona lo diga (por más reverenda que esta sea),  Dios une inseparablemente a una pareja? Entiendo que el texto de Mateo 19, 3-12 debería ser releído a la luz de su contexto (Sitz im Leben).

Quizás mi reflexión es irreverente y contradice en cierto modo las enseñanzas del cristianismo (no las de Jesús, pues a él le importaba más el ser humano que la institución), pero la cruda realidad que observo en mi entorno me ha fundido el cerebro, haciéndome dudar sobre de toda institución y doctrina idealista, que revestida de sacralidad atente contra el ser humano.

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