sábado, 5 de mayo de 2018

“Reflexiones de Mis Aprendizajes con Leiahna”


Por: Pedro M. Fernández

"Se suele identificar los períodos de aprendizaje con el tiempo que pasamos en la escuela, y los períodos de libertad con el tiempo que pasamos fuera de la misma. Dicha creencia se encuentra enraizada en el modelo de educación de masas que se impulsó durante la Revolución Industrial para satisfacer la demanda de profesiones que la industrialización estaba creando y que tenía como propósito mejorar la eficacia de este nuevo proceso de transformación económico, social y tecnológico" (Villegas, 2017). 

Sin embargo, los conocimientos actuales nos dicen que nuestro cerebro nunca se detiene de aprender, de modo que no existe un tiempo para el aprendizaje, pues el aprendizaje es continuo. De hecho, es una cuestión de supervivencia para nuestro cerebro, ya que no basta con poder buscar comida, bebida y pareja; es necesario conocer el ambiente para eficientizar la realización de esas conductas que garantizan la supervivencia.

Dicho esto, considero que una de las competencias que debería desarrollar el sistema educativo es la autodidáctica. Pues así, las personas podrían continuar aprovechando la información con la que entran en contacto en la cotidianeidad y convertirla en conocimientos. De otro modo, dichas informaciones pasarán desapercibidas. 

La autodidáctica implica tener los ojos abiertos ante la información relevante y poseer las herramientas y estrategias para aprovecharla e integrarla a nuestro banco de conocimientos. 

Esto es importante, porque si bien, nuestro cerebro aprende siempre, cabe destacar que el mayor aprendizaje se da fuera del tiempo formal de aprendizaje estipulado por nuestra sociedad, como lo evidencia un estudio realizado por Cross, J. (2002), el cual es citado posteriormente por The Maritz Institute en su artículo «The Neuroscience of learning. A New Paradigm for Coporate Education» (2010). Este explica cómo sólo entre un 10-20% del entrenamiento organizacional formal se transfiere al trabajo. Mientras tanto, el 80 % del aprendizaje ocurre sin diseño ni estrategia. 

Dada esta realidad, es necesario tomar más enserio el desarrollar en los individuos la capacidad de una autoaprendizaje activo y consciente. Pues de este modo se pueden aprovechar muchos aprendizajes que de lo contrario pasarían frente a nosotros sin que nos percatemos de ellos. 

Uno de los aprendizajes más importantes que he ido adquiriendo de esta manera ha sido observar a mi bebé en sus primeros meses de vida. Pero no como un observador pasivo, neutral e impersonal; sino, más bien, cómo la interacción con ella nos va transformando mutuamente. Al respecto quiero compartir dos aprendizajes. 

Sobre el lenguaje de los bebés. 
Aunque hay mucho escrito respecto a este primer tema, no es difícil encontrar personas diciendo que los bebés tienen un idioma propio. Esto lo observamos en el hecho de que muchas veces los cuidadores de los bebés tratan de imitar su balbuceo, creyendo que les comunican algo. Pero ¿qué nos dice la Neurociencia sobre el lenguaje de los bebés? 

En realidad no existen tantos estudios al respecto, por la dificultad que representa estudiar el cerebro de los bebés. Sin embargo, en experimentos realizados por Patricia Kuhl, codirectora del Instituto de Ciencias del Aprendizaje y el Cerebro de la Universidad de Washington, han encontrado que entre los siete y los once meses el cerebro del bebé responde a los sonidos de todos los idiomas. Luego al llegar el año, el cerebro empieza a fijar sólo la lengua materna. 

Por otra parte, según Kuhl (2014), el cerebro del bebé se dedica a tratar de hablar, y desde los siete meses de edad ya está tratando de averiguar cómo hacer los movimientos correctos que producirán las palabras. De modo, que si no les hablamos adecuadamente no vamos a ayudarles en su procesos de adquisición del lenguaje. 

De hecho, si les hablamos a los bebés con balbuceo, ellos no entienden nada, porque su balbuceo no es un idioma de ellos, sino una imitación de nuestro lenguaje, pero al no estar desarrolladas las áreas del cerebro que les permitirá posteriormente desarrollar el habla, solo expresan un balbuceo. 

Sobre el sesgo atribucional. 
Aquí hay que tomar en consideración que cuando los humanos entendemos que la acción del otro tiene una intencionalidad, se producen reacciones en nosotros las cuales no se producirían de no ser así. En otras palabras, inferir intencionalidad en la acción del otro produce cambios en nuestra percepción de ese otro. 

Dicho lo anterior, las conductas de los bebés puede llevarnos a incurrir en un sesgo atribucional (atribuir una intención a la acción del otro). Y esto puede llevarnos a cometer muchos errores si no nos percatamos de ello. He observado a tutores que maltratan a sus bebés porque la conducta del bebé les colma la paciencia, ya que entienden que el bebé busca molestarle. 

A veces cuando no comprendemos algo, cuando lo que hacemos no surte el efecto deseado o cuando no sabemos cómo actuar ante una situación determinada podemos sentirnos frustrados, ineficaces e impotentes. Y estos sentimientos pueden llevarnos a cometer errores, sobre todo si caemos en el sesgo de atribución fundamental (lo malo que me pasa es culpa del otro). 

En este punto hay que entender los siguiente, parece ser un error atribuir intencionalidad al comportamiento de los bebés, porque todavía su cerebro no parece ser capaz de ello. De modo que si el bebé llora y no es por comida, ni por sueño, no por un dolor, ni por algo que usted entienda, no quiere decir que lo hace para molestarle. Ya que esa intención es una atribución nuestra a la conducta del bebé. Así que, es inadecuado castigarlo o violentarlos por ello. 

Parece ser que los bebés responden a condicionamientos, esto es plausible ya que dicha conducta les aseguraría recibir aquello que favorece su supervivencia. Si llora y le dan comida se asocian estas conductas, igual para mimarlos, dormirlos, levantarse cuando ellos quieren, cargarlos de la forma que a ellos les gusta y en el momento en que ellos quieren, etc. De modo que la agresión no es el mejor camino para realizar la modificación de conducta en un bebé, pues podría producirle un trauma. 

En resumen, sería pertinente que podamos aprovechar los aprendizajes de nuestra cotidianeidad fuera de la educación formal, porque es mucha más abundante y diversa; no parece plausible que los bebés tengan un idioma propio, sino que tratan de imitar el de quienes les hablan; no deberíamos dejar que nuestro estado emocional, impotencia e incomprensión sobre la conducta de los bebés nos lleve a caer en el sesgo atribucional, entendiendo que hay una intencionalidad en su conducta; debemos evitar maltratar a nuestros bebés y buscar asesoría profesional en caso de que la necesitemos. 

Referencias: 

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