Por: Pedro Miguel Fernández - 2009
Es la afirmación correcta que podía
hacerse 2 mil años atrás, tras la sentencia de Poncio Pilato. ¿Por qué razón
murió? ¿Por salvar nuestras almas del pecado? ¿O por la lucha de grupos que buscaban
sus propios intereses? La primera respuesta representa la visión dogmática de
que Jesús vino y murió (“para liberarnos del pecado”), porque esa era la
voluntad de Dios. Desde aquí la muerte de Jesús no es más que un sacrificio
voluntario – el cumplimiento de su misión. Bueno sería verlo así, pues de esta
manera nos lavamos las manos por su sangre derramada.
En
cambio, lo cierto es que, la muerte de Jesús, fue el resultado de luchas de
grupos que buscaban defender sus intereses. Por un lado, estaban los sacerdotes
defendiendo sus intereses relacionados con el Templo (era su fuente de
ingresos). Por otro lado, el Sinedrio defendía su estadía en el poder (sabían
que si permitían alborotos en el pueblo los romanos les quitarían sus puesto – velar
por la tranquilidad del pueblo – y asumirían ellos mismos el control). Por su
parte, los romanos no podían mostrarse débiles ante grupos con pretensiones
mesiánicas, pues de lo contrario podrían surgir más y más (grupos similares) y
perder el control de la situación. En última instancia estaba el pueblo que por
defender sus tradiciones religiosas y otros intereses prefería que cualquiera
que se opusiese a las mismas muriera irremisiblemente.
Jesús se había
pronunciado en contra de la actividad del Templo (sustento de los sacerdotes,
fuente principal de la religiosidad del pueblo) y había vaticinado su
destrucción. Además, sus seguidores lo veían como Mesías, lo cual, preocupaba
tanto al Sinedrio como a los romanos más que el mismo Jesús.
El caso es que por la
lucha de grupos en defensa de sus intereses Jesús murió hace 2 mil años. Todos
sabemos que él era profeta itinerante, inocuo filósofo y literato que proponía
un cambio radical, ofreciendo a cambio el Reino de Dios. No era un malhechor
como los zelotes, ni andaba condenando a
todos como los esenios. Proponía una opción en la que todos entraban con
igualdad. Donde no importaba la confesión religiosa, la nacionalidad, la
preferencia sexual, el status social, todos podían entrar. La única exigencia
era amar a todos(as) como son (sin excepción) y ayudar al semejante. Amar
supera todas las leyes. Hacer bien o mal al semejante es hacerlo a Jesús mismo.
De manera, que cuando
damos de comer a un(a) ser humano(a) – ladrón, prostituta, homosexual,
religioso, ateo, asesino, violador, rico, pobre, etc. –, estamos dando de comer
a Jesús. También cuando hacemos un mal contra un(a) humano(a) con cualquiera de
las características anteriores u otras, contra Jesús lo hacemos.
De aquí, ¿Cuántas veces
por nuestros intereses matamos a Jesús? Hoy queremos lavarnos las manos y decir
que es voluntad de Dios que los inocentes mueran para salvar los intereses de
otros. “Hemos sido salvados por la muerte de Jesús”, y seguimos sacrificando a
otros y otras para salvar nuestros intereses. Criticamos a judíos y romanos por
dar muerte a Jesús, pero hoy seguimos matándolo por nuestros intereses.
¿Se puede hablar de un
Jesús vivo cuando día a día los poderosos (nuestros gobiernos y sus rivales)
matan personas inocuas? ¿Podemos decir que no rechazamos a Jesús si día a día nuestros
dirigentes (políticos, eclesiásticos, sociales) excluyen a quienes cuestionan
su poder, o cuando nosotros (as) rechazamos a quienes no son o piensan como
nosotros(as)?
Solo pensemos un poco
en nuestros pueblos de América Latina y el Caribe que, por nuestros intereses,
nos congraciamos con los poderosos (quienes oprimen nuestros pueblos) y nos
excluimos unos con otros, al igual que los recaudadores de impuestos en el
tiempo de Jesús. ¿Acaso no fue en luchas entre las mismas personas del Perú que
dieron muerte, hace poco, a muchas personas? No fue con personas de afuera la
lucha. ¿O no es en el interior de Honduras que hoy los problemas políticos
afectan a toda la población? Aun en nuestros propios países no encontramos la
hermandad ni la sororidad. Hoy seguimos matando y excluyendo a Jesús en
nuestros(as) semejantes. Hoy 2 mil después Jesús sigue muriendo ¿Quiénes lo
matan día a día? “nosotros mismos”.
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