miércoles, 21 de junio de 2017

"JESÚS HA MUERTO"

Por: Pedro Miguel Fernández - 2009

Es la afirmación correcta que podía hacerse 2 mil años atrás, tras la sentencia de Poncio Pilato. ¿Por qué razón murió? ¿Por salvar nuestras almas del pecado? ¿O por la lucha de grupos que buscaban sus propios intereses? La primera respuesta representa la visión dogmática de que Jesús vino y murió (“para liberarnos del pecado”), porque esa era la voluntad de Dios. Desde aquí la muerte de Jesús no es más que un sacrificio voluntario – el cumplimiento de su misión. Bueno sería verlo así, pues de esta manera nos lavamos las manos por su sangre derramada.

En cambio, lo cierto es que, la muerte de Jesús, fue el resultado de luchas de grupos que buscaban defender sus intereses. Por un lado, estaban los sacerdotes defendiendo sus intereses relacionados con el Templo (era su fuente de ingresos). Por otro lado, el Sinedrio defendía su estadía en el poder (sabían que si permitían alborotos en el pueblo los romanos les quitarían sus puesto – velar por la tranquilidad del pueblo – y asumirían ellos mismos el control). Por su parte, los romanos no podían mostrarse débiles ante grupos con pretensiones mesiánicas, pues de lo contrario podrían surgir más y más (grupos similares) y perder el control de la situación. En última instancia estaba el pueblo que por defender sus tradiciones religiosas y otros intereses prefería que cualquiera que se opusiese a las mismas muriera irremisiblemente.

Jesús se había pronunciado en contra de la actividad del Templo (sustento de los sacerdotes, fuente principal de la religiosidad del pueblo) y había vaticinado su destrucción. Además, sus seguidores lo veían como Mesías, lo cual, preocupaba tanto al Sinedrio como a los romanos más que el mismo Jesús.

El caso es que por la lucha de grupos en defensa de sus intereses Jesús murió hace 2 mil años. Todos sabemos que él era profeta itinerante, inocuo filósofo y literato que proponía un cambio radical, ofreciendo a cambio el Reino de Dios. No era un malhechor como los  zelotes, ni andaba condenando a todos como los esenios. Proponía una opción en la que todos entraban con igualdad. Donde no importaba la confesión religiosa, la nacionalidad, la preferencia sexual, el status social, todos podían entrar. La única exigencia era amar a todos(as) como son (sin excepción) y ayudar al semejante. Amar supera todas las leyes. Hacer bien o mal al semejante es hacerlo a Jesús mismo.

De manera, que cuando damos de comer a un(a) ser humano(a) – ladrón, prostituta, homosexual, religioso, ateo, asesino, violador, rico, pobre, etc. –, estamos dando de comer a Jesús. También cuando hacemos un mal contra un(a) humano(a) con cualquiera de las características anteriores u otras, contra Jesús lo hacemos.

De aquí, ¿Cuántas veces por nuestros intereses matamos a Jesús? Hoy queremos lavarnos las manos y decir que es voluntad de Dios que los inocentes mueran para salvar los intereses de otros. “Hemos sido salvados por la muerte de Jesús”, y seguimos sacrificando a otros y otras para salvar nuestros intereses. Criticamos a judíos y romanos por dar muerte a Jesús, pero hoy seguimos matándolo por nuestros intereses.

¿Se puede hablar de un Jesús vivo cuando día a día los poderosos (nuestros gobiernos y sus rivales) matan personas inocuas? ¿Podemos decir que no rechazamos a Jesús si día a día nuestros dirigentes (políticos, eclesiásticos, sociales) excluyen a quienes cuestionan su poder, o cuando nosotros (as) rechazamos a quienes no son o piensan como nosotros(as)?

Solo pensemos un poco en nuestros pueblos de América Latina y el Caribe que, por nuestros intereses, nos congraciamos con los poderosos (quienes oprimen nuestros pueblos) y nos excluimos unos con otros, al igual que los recaudadores de impuestos en el tiempo de Jesús. ¿Acaso no fue en luchas entre las mismas personas del Perú que dieron muerte, hace poco, a muchas personas? No fue con personas de afuera la lucha. ¿O no es en el interior de Honduras que hoy los problemas políticos afectan a toda la población? Aun en nuestros propios países no encontramos la hermandad ni la sororidad. Hoy seguimos matando y excluyendo a Jesús en nuestros(as) semejantes. Hoy 2 mil después Jesús sigue muriendo ¿Quiénes lo matan día a día? “nosotros mismos”.    

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