Por: Pedro Miguel Fernández - 2016
Análisis del Aporte de
Martín-Baró
En su artículo «Hacia una Psicología de la Liberación», Martín-Baró aborda los
siguientes aspectos: a) El aporte social de la psicología en Latinoamérica, b)
La esclavitud de la psicología Latinoamericana, c) El mimetismo cientista, d)
Carencia de una epistemología adecuada, e) Falsos dilemas, f) Hacia una
psicología de la liberación, g) Un nuevo horizonte, h) Una nueva epistemología,
i) Una nueva praxis, j) Tres tareas urgentes. Estos aspectos constituyen los
acápites sobre los que se desarrolla todo el artículo.
1. El aporte
social de la psicología en Latinoamérica.
Martín-Baró inicia su análisis
denunciando el carácter servil de la psicología en Latinoamérica, así como
también, su poca o nula preocupación e incidencia en los problemas que afectan
la vida de las y los latinoamericanos. Visto en palabras de Martín-Baró:
« Mi tesis
es que el quehacer de la Psicología latinoamericana, salvadas algunas
excepciones, no sólo ha mantenido una dependencia servil a la hora de
plantearse problemas y de buscar soluciones, sino que ha permanecido al margen
de los grandes movimientos e inquietudes de los pueblos latinoamericanos».
Esto evidencia la realidad de una
psicología que no respondía a las necesidades reales de las personas y que se
mantenía al margen de las realidades inherentes a las mismas. De manera que no
se podía ir a la psicología a buscar respuestas o soluciones a los problemas
que afectaban el aquí y ahora de las personas en su realidad político-social.
Es decir, no existía un compromiso de la psicología con el ser humano en
relación con su contexto.
Dice Martín-Baró que «La precariedad del aporte de la Psicología
latinoamericana se aprecia mejor cuando se lo compara con el de otras ramas del
quehacer intelectual». Esto se evidenciaba en el hecho de que desde otras
ramas del saber se mostraba más compromiso con el cambio social que desde la
psicología per se. Al respecto, Martín-Baró cita los aportes de la
Pedagogía de la Liberación de Freire, los de la novelística y los de la
Teología de la Liberación.
Por otro lado, denuncia cómo el
psicologismo psicológico sólo se había preocupado por describir los problemas
de las personas a nivel individual. Una descripción carente de referentes
socio-históricos. Así se aislaba el problema al plano de lo individual y se
eximía a la estructura social de culpabilidad alguna. Al respecto dirá
Martín-Baró:
«El
psicologismo ha servido para fortalecer, directa o indirectamente, las
estructuras opresivas al desviar la atención de ellas hacia los factores
individuales y subjetivos».
Frente a esta realidad, Martín-Baró
entiende que la actitud del profesional de la psicología debe ser diferente,
por ello afirma:
«De lo que
se trata es de preguntarnos si con el bagaje psicológico que disponemos podemos
decir y, sobre todo, hacer algo que contribuya significativamente a dar
respuesta a los problemas cruciales de nuestros pueblos. Porque en nuestro caso
más que en ningún otro tiene validez aquello de que la preocupación del
científico social no debe cifrarse tanto en explicar el mundo cuanto en
transformarlo».
2. La
esclavitud de la psicología Latinoamericana.
Tratando de comprender la razón de
ser de la pobreza en el aporte de la psicología latinoamericana a la realidad
de sus pueblos, Martín-Baró analiza la justificación tradicional que se basa en
la juventud de la psicología. Tal argumento le parece que, aunque válido, es
insuficiente, al mismo tiempo, podría resultar peligroso:
«…si en él
nos escudáramos para no revisar las deficiencias que nos han llevado (y, en
muchos casos, nos siguen llevando) a la marginalidad científica y a la
inoperancia social».
Por su parte, Martín-Baró entiende
que la razón de todo esto subyace a factores de carácter socio-histórico y
cultural; a razones de dominación y dependencia heredadas del colonialismo y
neocolonialismo.
«En mi
opinión, la miseria de la Psicología latinoamericana hunde sus raíces en una
historia de dependencia colonial que no coincide con la historia de la colonia
iberoamericana, sino con el neocolonialismo del «garrote y la zanahoria» que se
nos ha impuesto desde hace un siglo».
En este contexto, según Martín-Baró,
la psicología sólo ha servido como medio de justificación que trata de
convencer a la persona de la aceptación de su realidad y, en medio de ello,
trata de aliviar la carga psicología de dicha condición moldeando las mentes de
los individuos. Lo cual no produce cambio social sino perpetuación de la
sumisión y dependencia y del mismo status quo.
Ahora bien, ¿qué sustenta este
estado de la psicología latinoamericana? Para Martín-Baró hay por lo menos tres
razones relacionadas entre sí: «su
mimetismo cientista, su carencia de una epistemología adecuada y su dogmatismo
provinciano».
La primera razón es el mimetismo
cientista. Martín-Baró observa que, igual que la psicología estadounidense en
sus inicios, la psicología latinoamericana busca reconocimiento científico y
estatus social, pero con ciertas diferencias. Recordemos que desde Auguste Comte, con la integración de las ciencias,
todos tratan de encajar con el modelo positivista de la ciencia. Esto es lo que
se dio con la psicología estadounidense, trataron de imitar las ciencias
naturales para que su psicología tuviera reconocimiento científico.
El problema con la psicología
latinoamericana no es intentar imitar las ciencias naturales en sus modelos
psicológicos, sino la carencia de un modelo propio y contextual. Lo que lleva a
la psicología latinoamericana a copiar todo de su «big brother» norteamericano (concepto, metodología y práctica).
Así, como observa Martín-Baró, la psicología latinoamericana va cambiando de
modelo en virtud de los cambios de paradigma que se realizan en Estados Unidos
sin ninguna mediación crítica.
Hoy, pese a los esfuerzos de
imitación y al paso del tiempo, el ejercicio psicológico latinoamericano no ha
logrado el reconocimiento que buscaba, por lo que entiendo que se hace
necesario avanzar hacia una desoccidentalización y transcolonialidad de la
psicología latinoamericana. Pues seguimos siendo dependientes de la ideología
neocolonial y de la aprobación occidentalista.
El mimetismo cientista se da gracias
a la carencia de una epistemología adecuada. Aquí el problema lo presenta el
modelo positivista de la ciencia, no en tanto modelo científico sino en su
intento de reduccionismo de lo científico hacia sí mismo, excluyendo todo
acercamiento científico alternativo. Al respecto dirá Martín-Baró:
«El no
reconocer más de lo dado lleva a ignorar aquello que la realidad existente
niega, es decir, aquello que no existe pero que sería históricamente posible,
si se dieran otras condiciones. […] Considerar que la realidad no es más que lo
dado, que el campesino salvadoreño es sin más fatalista o el negro menos
inteligente, constituye una ideologización de la realidad que termina
consagrando como natural el orden existente.».
Sobre esta base puede afirmarse que
el positivismo, encerrado en sí mismo, está cegado al resto de la realidad que
no le interesa estudiar. Esto produce pérdida de objetividad y la universalidad
es simulación ilusoria que no responde a la realidad concreta de cada contexto,
pero que es impuesta por un imperialismo cientista.
En el mismo sentido, Martín Baró
observa otros factores que contribuyen a la complicación de esta situación en
el plano de la psicología, como son: el individualismo, el hedonismo, la visión
homeostática y el ahistoricismo. El primero reduce toda la realidad al plano de
lo personal, eximiendo, de esta manera, de responsabilidad a todo lo externo.
El segundo reduce todo a las mismas motivaciones de búsqueda de placer y
satisfacción. El tercero, en su búsqueda de mantener el equilibrio, patologiza
toda visión divergente. Y el cuarto crea una universalidad impuesta que
trastoca la identidad y la especificidad histórica de los diversos contextos.
El último elemento que Martín-Baró
aborda respecto de la esclavitud de la psicología latinoamericana es el de los
falsos dilemas. Para él existen por los menos tres: a) psicología científica
frente a psicología con alma, b) psicología humanista frente a psicología
materialista y c) psicología reaccionaria frente a psicología progresista.
3. Hacia una
psicología de la liberación.
En un tercer momento, Martín-Baró
propone un cambio para la psicología latinoamericana, inspirado en la Teología
de la Liberación y la Pedagogía de la Liberación. Comprender que se necesita
una Psicología de la Liberación, es decir, una psicología que contribuya a la
liberación de los pueblos latinoamericanos. Pero dada la dependencia de la
psicología latinoamericana de los modelos estadounidenses, una Psicología de la
Liberación implicará primero una liberación de la psicología, pues si bien es
cierto, como afirma el teólogo Victorio Araya, que «desde la opresión surge la
liberación», no menos cierto es que no se puede libertar a otro siendo esclavos
del mismo yugo del que se quiere libertar.
Para que dicha liberación sea
posible, según Martín-Baró, son necesarios tres elementos: un nuevo horizonte,
una nueva epistemología y una nueva praxis. El primero implica que la
psicología latinoamericana descentralice su visión en sí misma (búsqueda de
aceptación y estatus) y mire la realidad de los pueblos latinoamericanos; no
mire sólo al individuo, sino también al grupo; no mire sólo desde los que
dominan, sino también desde y con los dominados.
Todo esto conlleva una nueva
epistemología. Se necesita un nuevo objeto de estudio, una nueva metodología
para búsqueda del conocimiento. Dice
Martín-Baró:
«El objetivo
de servir a la necesidad de liberación de los pueblos latinoamericanos exige
una nueva forma de buscar el conocimiento: la verdad de los pueblos
latinoamericanos no está en su presente de opresión, sino en su mañana de
libertad; la verdad de las mayorías populares no hay que encontrarla, sino hay
que hacerla. Ello supone, por lo menos, dos aspectos: una nueva perspectiva y
una nueva praxis».
Lo dicho amerita una nueva praxis.
Como ya dijimos, desde y con los oprimidos, las clases populares, etc. Como
dice Fals Borda citado por Martín-Baró:
«…el
conocimiento práxico que se adquiere mediante la investigación participativa
debe encaminarse hacia el logro de un poder popular, un poder que permita a los
pueblos volverse protagonistas de su propia historia y realizar aquellos
cambios que hagan a las sociedades latinoamericanas más justas y humanas».
Finalmente, Martín-Baró entiende que
entre las diversas tareas que presenta una Psicología de la Liberación, por lo
menos tres eran necesarias de forma inmediatas: la recuperación de la memoria
histórica, la desideologización del sentido común y de la experiencia
cotidiana, y la potenciación de las virtudes populares.
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