domingo, 21 de enero de 2018

“Neurociencia y el Problema de la Neuroética”

Por: Pedro M. Fernández

El interés por comprender el cerebro empieza (por lo menos en occidente) hacia el siglo V a.E.C. con los aportes que van desde Alcmeón de Crotona (quien deducirá que el cerebro es el órgano central de las sensaciones) hasta Galeno. Luego de éste último, dichos estudios se detendrán por alrededor de 1600 años. Y no será sino hasta el siglo XVI cuando se retoman los estudios sobre el cerebro, con Vesalio, los cuales continuarán indetenidamente (con sus altas y bajas) hasta la actualidad.

Ahora bien, luego de la Ilustración, durante todo el siglo XIX, los estudios del cerebro van a ser abordados desde una visión naturalista aún dentro de la psicología y la psiquiatría (por ejemplo la psicobiología y la psicofísica), la cual va a decaer durante la primera mitad del siglo XX por la gran influencia de las corrientes psicodinámicas y conductistas. Ya que la primera llegó a rechazar la base biológica de la mente, mientras que la segunda (sobre todo con Skinner) rechazó la existencia de procesos mentales (Kandel, 1998).

Entonces, ¿cómo llegamos al auge actual de los estudios sobre el cerebro? Para ello deberíamos explicar un conjunto de factores que estuvieron involucrados. Sin embargo, vamos a centrarnos en algunos aspectos puntuales.

En el año 1962, Frank O. Schmitt estableció en el Massachusetts Institute of Technology (MIT) el Neurosciences Research Program (NRP), al que atrajo a científicos de muy diversas áreas, con el objetivo de explotar al máximo los abordajes clásicos de la fisiología y la conducta y combinarlos con la potencia técnica y conceptual de la física, la química y la biología molecular; para, de esta manera, realizar avances revolucionarios en la comprensión de la mente humana (Avendaño, 2002).

Para el año 1967, Stephen Kuffler crea el primer Departamento multidisciplinar de Neurociencia, en la Universidad de Harvard. Y en 1969, por iniciativa de un pequeño grupo de investigadores, encabezados por Ralph Gerard (quien introdujo el término Neurociencia, en singular), es creada la Society for Neuroscience (Jones, 2000).

Los tres eventos antes citados son los que dan origen a la Neurociencia moderna. Cabe resaltar, como señala Avendaño, que “antes de 1970 no se podían encontrar más de 6 revistas no clínicas de investigación del sistema nervioso. Hoy el Institute for Scientific Information de Filadelfia recoge 200 bajo el epígrafe de Neurociencias” (Avendaño, 2012, p.14).

Por otro lado, en contraste con aquel pequeño grupo de investigadores que en 1969 formaron la Society for Neuroscience, hoy la misma cuenta con alrededor de 40,000 investigadores, los cuales se reúnen cada dos años para presentar los avances de la Neurociencia. Nótese que sólo estamos hablando en el ámbito estadounidense.

Como se comprenderá, ante tal auge de la Neurociencia (sobre todo a partir de 1990, cuando se declara la “Era del Cerebro”), se hizo necesario contar con criterios éticos que pudieran trazar las normas que deben regir la investigación y la intervención en el cerebro. De esta manera nace la Neuroética.

Aunque la Neuroética inicia formalmente en el 2002, el primero en utilizar el término “neuroético” será R. E. Cranford, en 1989, para referirse al neurólogo como asesor ético (Garzon, 2011). Luego la profesora Patricia Churchland (en 1991) y el profesor A. Pontius (en 1993) abordan el tema de la ética en la neurociencia. La primera desde una perspectiva filosófica y el segundo abordando los aspectos neurofisiológicos y neuropsicológicos del desarrollo de los niños y la educación (Churchland, 1991; Pontius, 1993).

El nacimiento de la neuroética se sitúa en Mayo de 2002, en el contexto de un congreso titulado “Neuroética: esbozando un mapa del terreno”, realizado en San Francisco, y organizado por la Fundación Dana (Feito, 2013, p.81).

En lo adelante vamos a tener un desarrollo del campo de la Neuroética, por la importancia de la misma para la Neurociencia. Por ejemplo, en el año 2003, la Society of Neuroscience dedica una jornada completa al tema de la neuroética. Este tema se convertiría en recurrente en las demás conferencias de esta sociedad. (Illes, J., Bird, S.J. 2006).

En el año 2006 se celebró una reunión en Asilomar (California), allí se decidió crear la Neuroethics Society. El objetivo principal de esta sociedad fue promover el desarrollo y la aplicación responsable de la neurociencia a través de una investigación interdisciplinaria e internacional, de la educación y del compromiso social para el beneficio de todas las naciones, razas y culturas (Garzon, 2011).

Posteriormente se crea (en 2007), el primer centro dedicado al estudio de la neuroética, el National Core for Neuroethics, adscrito a la British Columbia University (Canadá). La misión de este centro fue analizar y estudiar las implicaciones éticas, legales, políticas y sociales de la investigación en Neurociencia. También se creó el Centro The Wellcome Center for Neuroethics, adscrito a la University of Oxford (en el 2009). El objetivo de este Centro es el estudio de los efectos que la neurociencia y las neurotecnologías tendrían en los diversos aspectos de la vida humana (Garzon, 2011).

También cabe mencionar la gran cantidad de literatura que se empezaron a generar en torno al tema de la Neuroética desde su inicio. Por ejemplo, en el 2008, la editorial Springer publica la Revista titulada Neuroethics, bajo la dirección del profesor Neil Levy. Además están los escritos de Gazzaniga (2006), Hauser (2008), Evens (2010), Cortina (2010), entre otros.

La Neuroética surge, en el citado congreso del año 2002, como una preocupación por las consecuencias de la aplicación de la Neurociencia. Por ello, para William Safire (director de la Dana Fundation) la neuroética se encarga del “examen de lo que es correcto o incorrecto, bueno o malo, acerca del tratamiento, perfeccionamiento, intervenciones o manipulaciones del cerebro humano” (Safire, 2002, p.3). Esta definición constituye una aproximación desde la Bioética.

En el año 2006, Illes y Bird articularon los cuatro grandes objetivos de la Neuroética: (1) Neurociencia del yo, del actuar y de la responsabilidad; (2) Neurociencia y políticas sociales; (3) Neurociencia en la práctica clínica; y (4) Neurociencia en el discurso público y en la formación (Illes, J.; Bird S. J., 2006).

El The Wellcome Center for Neuroethics, en su declaración de intenciones concreta cinco áreas de investigación: la mejora cognitiva; las fronteras de la conciencia y los daños neurales severos; la libertad, la responsabilidad y la adicción; la Neurociencia de la moralidad; y la Neuroética aplicada.

Ahora bien, como asevera Sánchez (2011), si leemos las publicaciones de los autores que han escrito sobre Neuroética en los diversos foros, observamos que para ellos, la tarea de la Neuroética consiste en buscar las bases cerebrales del comportamiento ético. Esas bases constituyen, en el fondo, una función adaptativa, resultante de la evolución, que permite reconocer normas de conducta personales y sociales que nos ayudan a sobrevivir y a prosperar.

Así observamos la doble naturaleza de la Neuroética, pues en su inicio se presenta como la “Ética de la Neurociencia”; pero, como vemos en este último párrafo, se apunta hacia una “Neurociencia de la Ética”. El caso es que esta última está centrada en encontrar las bases biológicas de una ética universal, lo cual presumiblemente permitiría explicar las diferencias éticas y si es posible, eliminarlas.

Desde aquí observamos como el reduccionismo biológico se presenta como el marco que encierra a la Neurociencia de la Ética. Y desde esta perspectiva los investigadores neurocientíficos han optado, con el paso del tiempo, no por el diálogo, sino por la unilateral explicación científica de los asuntos morales. Es decir que será la Neurociencia la que dará las claves para definir cómo entender la Ética.

Como explica Sánchez (2011), autores como Michael Gazzaniga, Francisco Mora, Marc Hauser y Neil Levy. En general, todos ellos se adhieren de una u otra manera al conocido paradigma evolucionista de Wilson, según el cual los seres humanos obedecemos a códigos de conducta sólidamente anclados en lo profundo de nuestro cerebro primitivo o paleolítico.

Aquí estamos ante un cambio en el abordaje del estudio neurocientífico del problema mente-cuerpo. Pues con el pretexto de la objetividad encontramos posiciones como la de Thomas Nagel, el cual propone la necesidad de un tipo de teoría radicalmente nuevo y diferente de las usadas en la física para explicar la relación entre la conducta, la conciencia y el cerebro: nuestro conocimiento actual sobre el problema mente-cuerpo sería de naturaleza empírica y correlacional, no causal y teórica (Negel, 1994).

Obviamente esto responde a un pretendido pragmatismo imperialista. Pues como la inversión se dirige hacia proyectos que puedan tener un impacto social, no importa mucho la relación causal o lo teórico. De manera que se prefiere quedarse en la lectura cerebral, relacionando la activación de un área con una conducta determinada. Pero, qué nos permite conocer esto del cerebro. Según Cortina (2011), sabemos más qué ocurre, y algo de cómo; pero no del todo cómo, ni mucho menos por qué.

Entonces, se pregunta Sánchez, ¿de dónde, pues, tanta seguridad en que la Neurociencia puede, o podrá, proporcionar respuestas claras a las cuestiones éticas? ¿De dónde, si no es desde la idea preconcebida de que la Ciencia experimental es la única forma segura y cierta de conocimiento? (Sánchez, 2011, p.13). En otras palabras, como sugiere Adela Cortina, esos investigadores no ven el dato específicamente ético. Por mucha información que nos suministren los conocimientos experimentales, nunca dejarán de ser una constatación de hechos; que, por lo demás, siempre necesitan una interpretación que no puede ser, a su vez, un puro hecho (Cortina, 2011). Pero la ética no habla de hechos, sino de la corrección o incorrección de hechos; no habla de ventajas biológicas ni de otro tipo, sino de si es bueno o malo buscar cierta ventaja en cierta situación.

El problemas es que vivimos en una sociedad con dos tendencias opuestas: “por un lado, la moderna que confía plena y ciegamente en la Ciencia experimental; y por otro lado, la posmoderna que, consciente de los peligros y fracasos teóricos de esa ciencia, propone un escepticismo teórico y una vuelta práctica al naturalismo” (Sánchez, 2011, p.16). En medio de esta situación es necesario acudir a un diálogo interdisciplinar entre la filosofía, la ciencia y la ética. Pero un diálogo interdisciplinar sólo es posible cuando quienes se proponen dialogar admiten la competencia del interlocutor. La dificultad está en que, como opina Sánchez (2011), cuando los defensores de la Neurociencia de la Ética abogan por el diálogo interdisciplinar, es difícil evitar la impresión de que su objetivo es, más bien, colonizar nuevos ámbitos del saber y de la vida social.

En fin, la Neuroética puede realizar (y está realizando) importantes aportes desde sus dos vertientes (la Ética de la Neurociencia y la Neurociencia de la Ética). Sin embargo, es necesario que veamos estos aportes desde una perspectiva crítica que nos permita dilucidar no sólo lo que está bien o mal en la aplicación de la Neurociencia, sino también evitar la explicación unilateral y reduccionista de todo lo concerniente a la moral o ética humana.


Referencias:

1.Avendaño, C. (2002) Neurociencia, neurología, y psiquiatría: Un encuentro inevitable. Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, no.83, versión On-line ISSN 2340-2733.
2.Bunge, M. (1995) La filosofía es pertinente a la investigación científica del problema mente-cerebro. En: Mora, F. (Ed.), El Problema Cerebro-Mente, Alianza Editorial S.A.
3.Churchland, P. (1991) Our brains, ourselves: refections on neuroethical questions, en Bioscience and Society, Roy, D. Wynne,B. Old, R (eds), Wiley&Sons, New York.
4.Cortina, A. (2010) Neuroética, las bases cerebrales de una etica universal con relevancia politica?, Isegoría, Revista de filosofía moral y política, 42, 129-148.
5.Cranford, R. E. (1989) The neurologist as ethics consultant and as a member of institutional ethics committee. The neuroethicist, Neurologic Clinics, 7, 697-713.
6.Evens, K. (2010) Neuroética. Cuando la materia se despierta, Edit. Katz, Bueno Aires.
7.Finger, S. (1994) Origins of Neuroscience. A History of Explorations into Brain Function, New York, Oxford Univ. Press.
8.Garzón, F. (2011) La Neuroética, una nueva línea de investigación para la Bioética. Bioeditorial 20:6-9; ISSN 1657-4702.
9.Gazzaniga, M. (2006) El cerebro ético, Paidós, Barcelona.
10.Hauser, M. (2008) La mente moral. Cómo la naturaleza ha desarrollado nuestro sentido del bien y del mal. Paidós. Barcelona.
11.Illes, J., Bird, S.J. (2006) Neuroethics: a modern context for ethics in neuroscience, Trends of neuroscience, 29:511-517.
12.Jones, E. G. (2000) Neuroscience in the modern era, SfN Newsletter, 31:10-11.
13.Kandel, E. R. (1998) A new intellectual framework for psychiatry, American Journal of Psychiatry, 155:457-469.
14.Marcus, S.J. (ed) (2002) Neuroethics. Mapping the field. The Dana Press, New York.
15.Nagel, T. (1994) Consciousness and objective reality. En: Warner, R. y Szubka, T. (eds.), The Mind-Body Problem. A Guide to Current Debate, Oxford, Blackwell.
16.Pontius, A. (1993) Neuroethics vs neurophysiologically ans neuropsychologically uninformed influences in child-rearing, education, emerging hunter gatherers, and artificial intelligence models of the brain, Psychological Reports, 72:451-458
17.Safire, W. (2002) Visions for a new field of “neuroethics”, en Neuroethics. Mapping the field, Marcus, S.J. (ed) The Dana Press, New York, 3-9.
18.Sánchez-Migallón, S. (2011) La ambigüedad de la neuroética. Conferencia pronunciada en las Jornadas de Clausura del Master de Bioética. Universidad Católica San Antonio (Murcia).

lunes, 15 de enero de 2018

“La Dualidad de la Neuroética”

Por: Pedro M. Fernández

No muchas personas saben de qué va la Neuroética, incluso, en nuestro país, República Dominicana, pocas personas saben que tal cosa existe. Por esta razón, trataré de abordar el tema de forma que sea comprensible para todo público.
Antes de abordar el tema de la Neuroética, considero pertinente aclarar qué es lo “neuro” y qué es la ética. Lo neuro es una palabra que se toma del término neurona (las células del Sistema Nervioso) y que sirve como prefijo de diversas disciplinas científicas para formar el concepto de “Neuro-ciencia”, el cual es propuesto en 1969 por Ralph W. Gerard en el nacimiento de la Society for Neuroscience.
Dicho de forma sencilla, la Neurociencia es el conjunto de disciplinas científicas que se encargan del estudio del Sistema Nervioso y del cerebro en particular. Por ejemplo, Neuroanatomía (estudia la estructura del cerebro), Neuropsicología (estudia la relación entre el cerebro y la conducta), Neuroeducación (estudia cómo aprende el cerebro), Neuroética (la relación entre el cerebro y la ética) y así sucesivamente.
La ética es la disciplina filosófica que estudia la moral y la moral tiene que ver con las valoraciones que hacemos de la realidad respecto de lo bueno y lo malo. La ética busca entender las bases de la moral humana. Además, cuáles son los códigos éticos por los que debería regirse la persona.
Dicho esto, ¿qué es la Neuroética? No podemos dar una definición única de la misma, sino que primero debemos explicar qué es lo que trata de estudiar. La Neuroética nace en el año 2002 (aunque el concepto surge en el 1979), como una preocupación por las implicaciones éticas de la investigación, la experimentación, la intervención y la aplicación de los conocimientos provenientes de las modernas neurociencias al ámbito del cerebro humano. A este estudio se le denominó la Ética de la Neurociencia.
Por otro lado, los neurocientíficos empezaron a preguntarse (dado que todas nuestras conductas son el resultado del funcionamiento cerebral, según el paradigma neurocientífico), ¿cuáles son las bases neurobiológicas de nuestras valoraciones morales? ¿Cuáles áreas del cerebro están implicadas en nuestra conducta moral? ¿Existe en nuestro cerebro un código moral que sirva de base para una ética universal? Entre otras preguntas. A este estudio se lo llamó la Neurociencia de la Ética.
Esto quiere decir que, por un lado, la Neuroética se preocupa (igual que la bioética) por las implicaciones éticas de las intervenciones en el cerebro (Ética de la Neurociencia); mientras que por el otro, intenta descubrir cuál es la base neurobiológica que nos permite realizar valoraciones morales (Neurociencia de la Ética).
Ahora bien, como sabemos es la Filosofía la que primero se cuestionó por la cuestión ética desde su dimensión axiológica. Por lo que se abre un diálogo entre la Neuroética y la Filosofía en torno a cuál es el origen de la ética y la moral. Este nivel de la Neuroética se conoce como la Neuroética filosófica.

Este nuevo campo, el de la Neuroética, avanza de forma vertiginosa. Hoy más de 30 mil neurocientíficos están inmersos en el estudio del mismo. Sin embargo, todo esto tiene implicaciones de diversas naturaleza en las distintas esferas de la sociedad. Además de que ha generado diversas reacciones críticas. A analizar los avances, las implicaciones y críticas, así como, sus costos y beneficios, dedicaremos otros artículos.

domingo, 10 de diciembre de 2017

“SIMILITUDES Y DIFERENCIAS: Implicaciones Psicosociales”

 Por: Pedro M. Fernández

Desde los albores de la filosofía griega (tomando como ejemplo el pensamiento occidental) nos hemos percatado de la diversidad de la naturaleza. Como decimos popularmente, ni aún los dedos de una misma mano son iguales, aunque todos son dedos y aunque pertenezcan a la misma mano. Este ejemplo implica una relación bidireccional en la cual no es fácil discernir quién depende de quién, a saber: en la diversidad existen elementos unificadores o en la homogeneidad existen elementos diferentes. El punto de partida de estas dos direcciones dependerá del punto de vista del intérprete, sea que piense que la homogeneidad es la regla o que lo es la diversidad. La realidad es que cada uno de estos puntos de partida tendrán consecuencias diferentes sobre la interpretación de la realidad.

Fenomenológicamente podemos observar que la naturaleza es variada, existen diferencias entre las especies y dentro de la especie; lo cual es lógico, porque cada especie es diferente a la otra y porque una misma especie está compuesta por individuos que tienen sus especificidades. Aunque desde otro punto de vista podría decirse que dentro de la especie existe homogeneidad y algunas desviaciones, las cuales, dicho sea de paso, deberían ajustarse a la norma.  Desde el punto de vista de la homogeneidad sería pertinente preguntarse si la homogeneidad es global o si es de características particulares.

Desde el punto de vista de la Psicología, específicamente de la Psicología Diferencial, nos interesa analizar las diferencias y similitudes que se presentan en los seres humanos, no sólo a nivel morfológico, sino también (y principalmente), a nivel psicológico. Para los fines, la pregunta clave aquí es ¿en qué somos similares y en qué somo diferentes los humanos?

Para ilustrar volvamos al ejemplo de los dedos. La primera similitud es semántica, todos son dedos. Luego, los dedos pueden ser de las manos o de los pies; podrían ser de la mano o pie derecho o izquierdo. Si tomamos los dedos de la mano izquierda, todos tendrían en común que son dedos de la mano izquierda. Pero se diferencian en la posición que ocupan, en tamaño, en grosor, en huellas dactilares, etc.

Los dedos nacen, crecen y se mueren juntos y tienen una posición fija en un pie o mano específica, y aun así son tan diferentes. ¿Qué pudiéramos decir del ser humano? Dos niños o niñas nacen y crecen juntos, reciben la misma educación y comparten con las mismas personas, y luego son tan diferentes el uno del otro. ¿A qué se debe esto? Parece ser que en la interacción cerebro-ambiente (la experiencia con el ambiente) va moldeando el cableado cerebral dando como resultado un conectoma único en cada individuo (persona).

Observando esto, pareciera ser, sin ánimos de categorizar, que el ser humano es diverso y en dicha diversidad existen rasgos comunes a los que se les da un valor principal al punto de indentificar con ellos a un grupo e invisibilizar otras diferencias y similitudes. Esta sería la base de los estereotipos sociales.

Ahora, si esto es así, ¿por qué es así y qué implicaciones tiene a nivel psicosocial? Los estereotipos, igual que las taxonomías parecen contribuir a una economía de la percepción, pues clasificar la realidad por características comunes hace más fácil el conocimiento de la misma. Pero esta misma realidad, a nivel psicosocial, puede servir para sustentar prejuicios y sesgos atribucionales a la hora de emitir un juicio, pues haciendo uso de la heurística de disponibilidad nuestros procesos de pensamientos toman como base la información próxima a la consciencia respecto a un grupo particular. En una mente acrítica esto puede sustentar el sesgo. Ejemplo de ello son las generalizaciones (todos los hombres son iguales de infieles…) y los sentimientos, pensamientos y cambios conductuales que se producen en torno al objeto de la generalización. De hecho, todo esto sustenta expectativas y relaciones causales injustificadas.

Existen diferencias entre personas y dentro de la persona, pero también entre los grupos y dentro del grupo. Además, existen similitudes en estas dimensiones. La variabilidad y el cambio sustentan dichas diferencias. Porque la persona va cambiando en la medida en que crece y se desarrolla, por lo cual es diferente de un momento a otro de su vida en cuanto a su forma de ser, sus capacidades y sus intereses, por ejemplo. Asimismo, la forma de ser, las capacidades y los intereses diferencian a una persona de otra y agrupan a unas personas con otras, porque pueden compartir ciertas características, capacidades o intereses comunes.

El peligro con todo esto es que en la construcción de estereotipos se sobrevaloran ciertas características como si fueran la identidad global de la persona y se juzga su totalidad en torno a dicha característica que le identifica como parte de un grupo. Pero esto tiene dos implicaciones más. Estas dos implicaciones se corresponden con los puntos de partida de los que hablamos al principio: la homogeneidad y la heterogeneidad.

Si se entiende que los seres humanos son homogéneos, probablemente se apoyará el principio de normalidad y todo lo que no entra en el rango de normalidad es anormal, susceptible, por tanto, de satanización, patologización, exclusión, etc. Y en tal caso, necesitado de exorcizar, medicalizar o restaurar para que pueda ser parte del grupo de los “normales” o de los “salvados”. Todos deben encajar con el promedio (norma), lo demás está mal.

Si se parte de que los seres humanos son diferentes y se sobre valoran ciertas diferencias, se podría llegar a pensar que ciertos seres humanos son superiores a otros por sus características personales o por la posición social que ocupan dentro del grupo, lo cual sustenta diferencias de clases, exclusión social, discriminación racial, etc. Y todo esto empeora cuando se entiende que dichas diferencias son biológicas, porque se justifica como natural ciertos estados de superioridad de unas personas o grupos sobre otros. Además se pueden sustentar, como hemos dicho, estereotipos y prejuicios dándoles a ciertas características el grado de globalizadoras de la identidad de una persona o grupo, porque así la persona pierde su individualidad en el grupo.

En definitiva, el problema de la diversidad no es la diversidad per se, sino la percepción social que se tenga de las diferencias, el sistema de valores e ideologías que en torno a ello se construyan. Y el problema de la ciencia aquí no son los datos que arroja, sino la interpretación de los mismos.


Como puede observarse, las diferencias y similitudes pueden ser utilizadas, y de hecho así ha sido en muchos casos, como una forma de justificar relaciones sociales de subordinación y exclusión de ciertos grupos, personas o rasgos. Parece ser que en ocasiones hay una tendencia en ciertas personas o grupos a utilizar cualquier situación  para aventajar o desprestigiar a otros.

viernes, 4 de agosto de 2017

"VALORES, AMBIGÜEDADES Y PARADOJAS"

Por: Pedro M. Fernández

Entre los diversos elementos que involucra nuestro conocimiento de la realidad le invito a que analicemos los siguientes: punto de referencia, comparación, límite, consenso y expectativas.

Yo nací en Bonao, una provincia situada en la región norte de la República Dominicana. Con respecto de todo el territorio nacional, podemos decir que está ubicada en el centro. Ahora bien, si tomamos cuatro provincias que estén ubicadas en los extremos norte, sur, este y oeste del país podríamos constatar lo que sigue a continuación.

Bonao está en el norte respecto de Baní, al sur respecto de Gaspar Hernández, al este respecto de Dajabón y al oeste respecto de La Altagracia. Entonces, tomando en consideración las cuatro provincias antes citadas, podemos decir que Bonao simultáneamente está al norte, al sur, al este y al oeste dependiendo desde donde se mire. ¿Está Bonao en los cuatro lados al mismo tiempo o estamos frente a cuatro observadores simultáneos? ¿Dónde está exactamente Bonao?

Interesantemente si se observa a Bonao desde el norte, deja de estar al norte  respecto del observador, igual si se observa desde el sur, este u oeste. Entonces, si cuatro observadores simultáneos la observaran, Bonao perdería la ubicación respecto de cada uno de sus observadores. De manera que, podríamos decir que no está al norte, ni al sur, este u oeste. Es decir que cuatro observaciones simultáneas hacen que Bonao al mismo tiempo esté en los cuatro puntos cardinales y no esté en ninguno.

Lo que estamos diciendo es que al observar a Bonao desde un punto, se cancela su ubicación en ese punto. Si se observa desde el norte, dejará de estar al norte para ubicarse al sur de ese punto norte desde el cual es observada. Aquí la ubicación viene a ser una comparación contrapuesta al punto de partida de la observación. Entonces, subjetivamente conocer dónde está Bonao implica un punto de partida y una comparación entre las dos ubicaciones.

Supongamos que un observador del norte y uno del sur respecto de Bonao se encontraran discutiendo donde está ubicado Bonao. Ambos estarán convencidos de su observación y posiblemente terminen peleándose por defender su punto de vista. Para evitar eso existe el consenso, para todos Bonao está en la región norte del país, independientemente de donde estemos ubicados. Pero observemos esto, el consenso no necesariamente se corresponde con la realidad, sino con diversos intereses humanos impuestos por los que tienen el poder. Pues los consensos son una ilusión que nos hace pensar a todos que hemos sido partícipes de los mismos, cuando la realidad es que los consensos se establecen entre los círculos de poder y son impuestos a los demás. Ejemplos, los paradigmas científicos, las interpretaciones de los textos religiosos, las políticas y normas, etc.

Por otro lado, si me ubico al norte de Gaspar Hernández, el cual está al norte de Bonao, esta provincia dejará de está al norte respecto del punto del observador. Y podemos seguir hacia el norte hasta el centro del eje del polo norte geográfico del planeta, luego de ahí no podemos ir más al norte, lo mismo aplica para el sur. Es decir que cada uno tiene un límite. Si nos fuéramos al este o al oeste dando la vuelta a la superficie del planeta volveríamos al mismo punto del que partimos una y otra vez de forma circular. Entonces, no existe norte, sur, este u oeste más que como una comparación respecto de un punto de referencia del observador, o como consenso.

Este análisis puede llevarnos a diversas reflexiones sobre el conocimiento. Sin embargo, en este ensayo sólo voy a analizar algunos valores, tomando como punto de partida el análisis anterior. Esos valores son: el amor, la felicidad, la paz y la libertad, también analizaremos el éxito.

Hay algunas cosas que tienen en común la paz, la libertar, el amor, la felicidad y el éxito, las cuales, en mi opinión hacen de cada uno de estos conceptos un peligro potencial para la relaciones humanas (parejas, familiares, amistades, etc.). En fin, ninguno de estos conceptos son algo en específico, sino que pueden significar tantas cosas que al mismo tiempo no sabemos bien que son. Cada cultura los define y los vive a su manera; existen consensos colectivos al respecto, pero cada quien parece tener su propia práctica. Dado los consensos, las personas piensan que los demás entienden lo mismo que ellas de estos conceptos. Las personas se crean expectativas respecto de estos conceptos y tienen a vivir en busca de esas expectativas. Muchos al ver frustradas sus expectativas terminan dudando de la existencia de dichos conceptos o de la posibilidad de alcanzar los mismos. Algunos en sus definiciones plantean tantos requisitos para alcanzarlos que pareciera imposible para simples mortales hacerse de ellos. Comúnmente quienes tienen el poder determinan las metodologías para alcanzarlos, entre otros.

Parece ser que a la mayoría de las personas le gustaría ser feliz, tener paz, tener éxito, ser libre y ser amada. Esto lo vemos en las diversas culturas desde la antigüedad y en los diversos saberes. Pero ¿qué sabemos de estos conceptos? Sabemos tanto que terminamos dándonos cuenta de que no sabemos nada más que lo que creemos saber que son. También he observado que las definiciones varían dependiendo múltiples factores: contexto social e histórico, posición económica, nivel académico, etc. y siempre aparece una definición más interesante que viene a decirnos que los hemos comprendido mal y que esta nueva definición nos ofrece la verdadera noción sobre estos conceptos.

Otra característica común a estos conceptos es los peligrosos que pueden ser. Parece ser que la paz, la felicidad, la libertad, el éxito y el amor están ubicados en otro lugar respecto de nosotros, por lo que tenemos que ir por ellos. Y al parecer existen opositores a que los alcancemos. Entonces, en muchos casos la historia nos ha demostrado que conseguir la paz de un pueblo ha representado la muerte de muchas personas, y que por la libertad muchos han muerto; igual son muchos los que han matado o se han suicidado por amor; muchos son los que aplastan a otros para alcanzar el éxito en un mundo capitalista. Y qué decir de la felicidad, la gente se pasa la vida persiguiéndola y a veces deja de vivir para alcanzarla y hace sufrir a otros.

Aparentemente la paz, la felicidad, la libertad, el éxito y el amor son constructos que, igual que los puntos cardinales, no existen en sí mismo, sino que éstos sólo representan ideales, deseos y expectativas humanas. Los mismos dependen de un punto de referencia, desde el cual adquieren un significado especifico. Pero también existen ciertos consensos sobre el significado de cada uno de estos constructos, los cuales no parecen corresponderse con la realidad. Por ejemplo, a veces veo lo que se dice en la religión del amor, es algo tan ideal que parece ser de otro mundo, cosa que la gente no logra alcanzar.

Interesantemente la gente parece vivir con sus ideales y deseos, los cuales le crean expectativas. La gente cree que por ejemplo su pareja entiende el amor de la misma manera suya, y se decepcionan cuando se dan cuenta de que no es así. Pues se crean la expectativa de que una persona que le ama debe comportarse de tal forma. Y tienden a juzgar los hechos a partir de las expectativas: ella hizo eso porque no me ama. Pero no se detienen a cuestionarse cómo entiende ella el amor, porque se supone que todos entendemos lo mismo.

Pero la expectativa puede ser creada e impuesta de forma consciente. Por ejemplo en los medio de comunicación dicen el éxito es tener un buen empleo, buenos ingresos, tener casa propia, tener una familia, tener varios títulos. Y supuestamente tener éxito nos da felicidad. Y sin embargo, encontramos muchas personas con todo esto que no se sienten exitosas ni felices. Y quienes nunca han tenido todo esto, piensan que ellos sí serían felices con esas cosas, obviamente porque no las tienen.

En definitiva, si logramos comprender cómo las personas responden a estos constructos, podemos crear nuestras propias definiciones y venderlas como expertos y conseguir seguidores. La gente se deja manipular con estos conceptos por quienes tienen la capacidad de conceptualización. Mientras más elegante es la definición mejor, cuando parece que parte de una anterior y la supera. ¿Cuántas recetas existen hoy en el mercado sobre cómo preparar un buen plato de felicidad, de amor, de éxito, de paz o de felicidad? Los libros son interminables.

Sabemos que nada podemos decir al respecto con objetividad. Sin embargo, podemos resumir que cada uno de estos constructos necesita de un punto de partida para existir y un límite para poder ser comprendido dentro de un marco específico, pues desde que trascienden las fronteras ideológicas, culturales, social, etc., cambian de ubicación; es decir, cobran otros sentidos. Además, necesitan de consensos para crear la ilusión de que la mayoría saben de lo que se está hablando y piensan algo parecido. Y parece que en la práctica todo depende de las expectativas.

Entonces, ¿existe la paz, el amor, la libertad, la felicidad y el éxito? Como constructos sí. Estos crean ideales los cuales sirven de motivación para obtener cosas que supuestamente nos llevan a ellos como fines últimos. Pero ¿podemos vivir o sentir paz, amor, libertad, éxito o felicidad? Aquí llega la ambigüedad, pues a ciertos estados internos productos de intercambios neuroquímicos les damos estos nombres, pero no sabemos lo que siente en sí cada persona ni con qué intensidad o si pueden sentir tal cosa. Por el momento, asumimos que sea así y los relacionamos con una o varias regiones cerebrales. Pero los constructos no son más que eso, constructos.


Ahora bien, podrías decirse que todo esto va más allá de estados internos, desde un punto de vista sociológico. Por ejemplo, no ser esclavo u oprimido, ni obedecer norma alguna, no estar en guerra, tener todas las necesidades cubiertas, etc. Igual aquí, cada quien mirará desde su punto de referencia por sus intereses propios, más allá de los consensos.

domingo, 30 de julio de 2017

"EL INTRINCADO MUNDO DE LAS EXPECTATIVAS"

Por: Pedro M. Fernández

Existen diversos factores que motivan nuestra conducta y que configuran nuestra percepción, nuestra cognición social y toma de decisiones entre los cuales se encuentran las expectativas. En el mayor de los casos nuestras expectativas determinan la forma en que percibimos la realidad, nuestra toma de decisiones, cómo nos relacionamos con los demás y la forma en que actuamos ante una situación determinada. Ahora bien, ¿qué son las expectativas? ¿Cómo se forman? ¿Por qué creamos expectativas? ¿Para qué sirven? ¿Podemos vivir sin ellas o son inevitables? ¿Cómo afectan nuestra vida? ¿Hasta qué punto se corresponden con la realidad?

1.        ¿Qué son las expectativas?
Cuando creemos, esperamos, deseamos o estamos convencidos de que ciertas cosas deben ser de determinada forma, de que los demás o nosotros debemos ser o actuar de determinada manera, estamos ante una expectativa. Las expectativas son una predicción, una visión a priori, una atribución anticipada de lo que debemos esperar que suceda en determinadas circunstancias sea con objetos o con personas. Las expectativas tienen que ver con lo que espero de mí, lo que los demás esperan de mí, lo que supongo que los demás esperan de mí, lo que espero de los demás y lo que le digo que a los demás esperen de mí.

2.        ¿Cómo se forman las expectativas?
La esperanza de que algo suceda de determinada manera está basada en la creencia de que ese algo puede suceder de la forma prevista. Quiere decir que nuestra creencia de que las cosas son o suceden de determinada manera en circunstancias específicas nos predispone a esperar que tal cosa suceda (nos crea una esperanza). Ahora, el afán de certeza de nuestra esperanza nos lleva a que deseemos que lo que creemos y esperamos que suceda, se haga realidad llegado el momento. Cuando la certeza es extrema, tenemos total convicción y nos apegamos a nuestra esperanza, ilusionándonos de tal modo que entendemos que lo que es posible es un deber. En este punto, la cuestión no es si tal cosa puede suceder, sino que debe suceder. Por ejemplo, la persona que está convencida que su pareja jamás le abandonará y no se da ninguna oportunidad de cuestionar tal cosa.

Las expectativas se crean sobre la base de las experiencias y conocimientos previos, de creencias, esperanzas y deseos. A partir de nuestras experiencias nuestro cerebro va creando patrones de sucesos en los cuales los acontecimientos son asociados a sus respectivos contextos y almacenados en la memoria para recurrir a ellos en momentos futuros en caso de que los necesitemos, esto crea una economía de la percepción y de la toma de decisiones sobre la base de la creencia de que si algo sucedió en un contexto determinado aumenta la probabilidad de que acontezca nuevamente dada una situación similar. Por ejemplo, si le asaltan en un lugar determinado, se evitará dicho lugar pues se prevé que podría repetirse. Pero esto no es sólo un pensamiento, sino que hay emociones asociadas y una respuesta de estrés. Las expectativas a nivel obsesivo estarán en la base del estrés postraumático.

Por otra parte, los aprendizajes que vamos adquiriendo en la familia, la escuela, la religión y la sociedad en general van a moldear nuestras expectativas, diciéndonos qué debemos esperar de determinados contextos, qué debemos esperar de los demás y qué esperan los demás de nosotros. En esta base también creamos nuestra identidad y conducta social sobre la suposición de lo que se espera de nosotros.

Las expectativas también están en la base de la ética deontológica (la ética del deber). Colectivamente consensuamos cuál debería ser la conducta del ciudadano y se espera que éste se acoja a lo que se espera de él; se espera que el profesional se apegue a los códigos éticos que le rigen. En este caso las expectativas sociales nos dice cuando alguien se está desviando de lo que se espera. Establece entonces criterios de normalidad y anormalidad. Por ejemplo, “a ti no te luce hacer eso”; “los evangélicos no hacen eso”; “los niños no hacen eso”; “los políticos son todos ladrones”; “de ese muchacho no se puede esperar mucho”. Estos son ejemplos de expectativas, cosas que se esperan o no de alguien o de quienes pertenecen a un grupo.

3.        ¿Por qué creamos expectativas?
Cabe decir, en un primer momento, que las expectativas están en la base de nuestros mecanismos evolutivos, el condicionamiento clásico es un buen ejemplo de ello. Si pensamos en el perro de Pavlov, al que se le presenta la comida y éste saliva (EI-RI). Luego se asocia el sonido de una campana (EN) con la presentación de la comida (EI) y esto produce un estímulo condicionado (EC), el cual produce una respuesta condicionada (RC) parecida a la RI. ¿Qué ha sucedido aquí? Según el condicionamiento clásico, el perro ha aprendido a salivar frente al sonido de la campana (EC). En nuestra opinión, el perro lo que ha hecho es una nueva asociación entre la comida y el sonido de la campana basado en la expectativa de que el sonido de la campana representa la llegada de la comida. En última instancia, el perro no ha aprendido nada, sino que lo que ha hecho es crear una expectativa temporal de que el sonido de la campana es un aviso de que viene la comida. Es decir que la expectativa motiva la salivación gracias a la anticipación de la gratificación que activa el sistema dopaminérgico. Dicha expectativa se desvanecerá si se deja de asociar la comida con el sonido de la campana.

Desde aquí la posibilidad de crearnos expectativas es un mecanismo biológico que nos permite detectar posibles patrones relativamente estables en el entorno y apoyarnos en los mismos para prever lo que sucederá a continuación en relación con una situación específica y desde ahí acercarnos o evitar dicha situación. Esto tiene un valor adaptativo, pues nos permite instalar o desinstalar conductas.

Por otro lado, si tenemos un punto de partida (A) y un punto meta (Z), saliendo de A llegar hasta Z sería la meta. Pero ¿qué nos motiva a realizar ese recorrido? La motivación por incentivos dirá que el incentivo será la mediación motivacional para realizar dicho recorrido. Es decir, en un momento determinado se realiza el recorrido A-Z y al llegar a la meta (Z) se recibe un incentivo. Esto crea una expectativa (vaga, que irá incrementando en la medida en que se repita en patrón) de que si se realiza de nuevo el recorrido, se recibirá dicho incentivo (reforzador). Si al realizar nuevamente el recorrido A-Z, se recibe nuevamente el incentivo, esto refuerza la expectativa de que siempre dicho incentivo estará al final de la meta, lo cual aumentará la probabilidad de que se realice el recorrido si el incentivo es deseado. De alguna manera nuestro cerebro detecta y asigna patrones a la realidad y una vez establecido un patrón se fía del mismo.

Desde este ejemplo, en el condicionamiento operante, el reforzador presentado contingente a la conducta crea la expectativa de recibir nuevamente el reforzador (incentivo) cada vez que se emita la conducta. Cuando el patrón se vuelve muy complejo (impredecible) como es los programas de reforzamiento intermitente, como los de intervalo variable, la extinción es mucho más difícil, porque las expectativas son más duraderas, pues se supone que se va a recibir la recompensa pero no se sabe cuando, como en los juegos de azar.

He observado a personas enamoradas de otras. Por ejemplo, en una ocasión un joven estaba muy enamorado de una joven que aunque decía estar enamorada de otro, le daba esperanzas a él. El joven seguía tratando de conquistar a la joven la cual tomaba todo de él y a cambio sólo le daba esperanzas y de vez en cuando alguna caricia. Así este joven aunque veía que ella estaba tras otro, mantuvo por mucho tiempo una esperanza (expectativa), porque de forma intermitente se reforzaba su sentimiento con una esperanza o una caricia.

Entonces, creamos expectativas porque biológicamente tenemos la capacidad para hacerlo, porque desde pequeños nos enseñan a hacerlo, ya que la misma sociedad tiene su propio espectro de expectativas, cosas que se esperan de nosotros y otras que nosotros deberíamos esperar de otros.

4.        ¿Para qué sirven las expectativas?
De alguna manera, las expectativas sirven para ubicarnos en el contexto y tener una idea de qué debemos esperar de un contexto determinado. Desde aquí los estereotipos y prejuicios están cargados de expectativas. Si alguien pertenece a determinado grupo se espera que se comporte de determinada forma. También sirve para indicarnos lo que se espera de nosotros en una posición o lugar determinado, si soy profesor se esperar un determinado comportamiento de mí. Nos dice lo que deberíamos esperar en situaciones determinadas: si voy a la iglesia la expectativa me permite tener una imagen interna de lo que encontraré allá, de acuerdo a la información previa que poseo de lo que sucede en una iglesia, igual si me invitan a un concierto de un artista que me gusta.

Pero también me pueden crear una expectativa sobre alguien, por ejemplo un tema en una ponencia, o lo cuentos de lo bueno que se dio el último concierto con ese cantante o la hoja de vida que leen antes de que el expositor empiece su ponencia. También nos creamos expectativas sobre la base de una idea de elementos abstractos ¿qué es el amor? Y lo que debo esperar de una persona que dice que me ama. La expectativas sirven para saber sobre qué pie estamos parados y eso nos produce cierto nivel de confianza.

El punto es que en el mayor de los casos nuestras no están basada sobre información de calidad, sino sobre creencias sin fundamentó lógico, sobre tabúes, mitos, prejuicios, etc. lo cual dificulta la existencia de una correspondencia entre la expectativa y la realidad.

5.        ¿Podemos vivir sin las expectativas o son inevitables?
Al parecer no podemos vivir sin ningún tipo de expectativas, pero si podemos hacernos conscientes de las mismas para no dejarnos esclavizar de las ellas y para construir expectativas lo más cercanas a la realidad. Pues en definitiva, el problema no son las expectativas perse, sino que muchas veces las mismas están muy lejos de la realidad y que también tendemos a apegarnos a las mismas sin cuestionamientos críticos.

6.        ¿Cómo afectan las expectativas nuestra vida?
Como ya hemos visto, las expectativas están presentes en todos los ámbitos de nuestra vida, lo cual implica que las mismas nos afectan para bien o para mal. ¿Cuándo nos afectan negativamente las expectativas?

Cuando creamos expectativas sobre los demás muy lejanas a la realidad, sobre esquemas idealistas que sólo existen en nuestro pensamiento, cuando tenemos una certeza demasiado elevada de nuestras expectativas al punto de obsesionarnos con las mismas, cuando damos por sentado nuestras expectativas sin cuestionamientos y luego estas no se corresponden con la realidad. En tal caso, terminamos frustrados, decepcionados, desilusionados, desencantados, nos sentimos defraudados o traicionados. Todo esto crea estados emocionales que en muchos de los casos terminan enfermando a la persona. Si pensamos que nuestra pareja no es capaz de sernos infiel y ocurre que nos es infiel podríamos terminar muy mal, dependiendo de qué tan altas eran nuestras expectativas de lo contrario. De aquí que sería inteligente pensar que los demás son capaces de cualquier cosa si las circunstancias se prestan para ello. Además, deberíamos esperar más de nosotros mismos y menos de los demás (respeto, honestidad, amor, etc.).

¿Por qué muchas veces las personas están dispuestas a lo que sea por defender ciertas expectativas? En ocasiones se apegan tanto a determinadas expectativas que empeñan por ellas parte de su vida e identidad y luego por no aceptar el dolor de la pérdida prefieren quedarse apegadas a las mismas al precio que sea. Incluso, tienden a manipular la situación para que se cumplan sus expectativas. Por ejemplo, tener la expectativa de que nuestra pareja cambien y sea de una determinada manera, pero eso no ocurre. Entonces, querer manipularla para que llene nuestras expectativas a precio que sea, preferimos perderla intentando cambiarla, supuestamente por no perderla.

A veces las personas se hacen esclavas de las expectativas de los demás, sobre la base de lo que suponen que los demás esperan de ellas. Muchas veces las personas viven preocupadas u obsesionadas con llenar las expectativas de su padre-madre, pareja, otros familiares, amistades, iglesia o sociedad al punto de no vivir para sí y de no ser felices.

La sociedad funciona de esta manera, al punto de que como hemos dicho anteriormente, dependiendo el lugar donde estemos la sociedad espera algo de nosotros. Pero algunas personas exageran la situación al nivel de volverse esclavas de dichas expectativas. Y cuando la persona siente que no cumplió con las expectativas, entonces se siente culpable y con remordimiento por haber defraudado a los demás.

La profecía autorealizada evidencia el poder de nuestras expectativas sobre nosotros mismos. Cuando la convicción de nos irá mal en algo termina en la obtención de dichos resultados y a su vez se convierten en confirmación de que nuestra convicción era correcta. De igual modo nuestras expectativas sobre los demás tienen un impacto, como lo evidencia el efecto Pigmalión.

Cabe subrayar que cuando creamos expectativas en los demás o tratamos de encajar en expectativas culturales que no se corresponden con lo que somos, terminando haciendo daño. El trauma temprano es un buen ejemplo de ello. En caso de violación, abandono o maltrato por parte de la persona (padre, madre, tutor u otro familiar) que se supone que debe cuidar y velar por la seguridad del niño o niña y termina haciendo lo contrario. Esto causa un impacto emocional muy fuerte en el menor, pues se hace difícil asimilar que esa persona le hiciera algo de lo que se suponía que debía protegerle. Al parecer muchos se pasan la vida funcionando con esos mismos mecanismos que eran útiles durante la infancia por causa de la dependencia para la supervivencia, pero que deberían ser superados en la medida en que crecemos y maduramos.

Hay expectativas que se basan en la dependencia del otro y no en la realidad del otro. Sobre la base de lo que una persona debe pensar en una situación dada, nos creamos una teoría de la mente del otro y cuando no piensa así, muchas veces no sentimos mal. A veces suponemos que nuestra pareja y amistades cercanas piensan en todo igual que nosotros.

Por otro lado, en ocasiones, basados en la ideas de que una intención es la causa de una acción (teoría de la atribución), tenemos la idea de que si alguien tiene cierta intención sabremos qué será lo que hará, pero muchas veces no sucede así. Todo esto afecta nuestra vida de una u otra manera. A veces la frustración de una expectativa puede marcarnos para toda la vida, modificando nuestra forma de relacionarnos, nuestra cosmovisión, nuestra toma de decisiones, nuestra motivación y cognición social.

7.        ¿Hasta qué punto se corresponden nuestras expectativas con la realidad?
El problema de las expectativas es que no siempre se corresponden con la realidad, aunque las mismas sean socialmente compartidas e influyan a su vez sobre las expectativas personales y viceversa, las mismas a veces son construcciones que no se basan en evidencias, sino en falsas creencias, en saberes que provienen del sentido común y en interpretaciones personales internas.

También hay que tomar en consideración que las expectativas pueden modificar la realidad. Fuertes expectativas pueden llevar a la modificación de la percepción. A veces podríamos enfocar excesivamente nuestra atención en algo de lo que estamos convencido que sucederá o algo que esperamos ver en un lugar y momento determinado que podríamos terminar viendo lo que esperamos aunque no sea real, sino una creación de nuestra de nuestro interior. Las alucinaciones pueden ser un buen ejemplo de ello, pero también en la ciencia lo vemos en el sesgo de confirmación, en la psicología la profecía autorrealizada. Ejemplos de estos tres casos podrían ser: la persona que ve a su pareja con otra persona, siendo falso, pues está convencida de que le es infiel; o la persona que ve un fantasma donde se supone que aparece uno. El científico que tiene tanto deseo de afirmar su teoría que termina encontrando prueba de ella en todos lados, sin percatarse que está manipulando los instrumentos para que le confirmen lo que desea. Por otro lado, el estudiante que está convencido de que no sabe hablar en público y que por ello le irá mal en la exposición a pesar de que se sabe el tema y al final termina haciendo un pésimo trabajo.

Finalmente, un paso importante en el camino de tener expectativas más realistas sería:
- Darnos cuenta de que nuestras expectativas son solo eso, expectativas.
- Considerar que los demás tienen sus propias expectativas muchas veces diferentes a las nuestras.
- Tratar de que nuestras expectativas estén basadas en evidencias.
- Cuestionarlo todo, sobre todo lo que creemos y no dar nada por sentado.
- Tratar de ser coherente con las expectativas que construimos en los demás acerca de nosotros.
- Tener mayores expectativas sobre nosotros que las que tenemos sobre los demás.
- No apegarnos a ninguna expectativa, ni esclavizarnos de las expectativas de los demás.
- Darnos tiempo para conocer mejor la realidad y suponer menos.
- Tratar de constatar las cosas como son en vez de querer ver lo que entendemos que debe ser, etc.

domingo, 25 de junio de 2017

"EL ABORTO"

Por: Pedro Miguel Fernández - 2017

Abordar el tema del aborto encierra un sinnúmero de dificultades debido a la multiplicidad de factores que éste incluye y a las consecuencias que del mismo se derivan. Entre dichos factores cabe mencionar lo femenino, lo económico, lo religioso, lo político, lo científico, entre otros. De alguna manera, cada uno de estos factores constituye un problema que dificulta el camino hacia un consenso plausible.

Lo femenino. Dado que el estado actual de la realidad es consecuencia de cómo han ocurrido las cosas hasta el momento en que estamos, no sabemos (sólo podemos inferir) cómo serían las cosas si los acontecimientos hubieran ocurrido de otra forma. ¿Qué pensaríamos del aborto si fueran los hombres los que se embarazaran? ¿Cómo se juzgaría el aborto si el mundo no girara en torno patriarcado?

Aunque puede que hayas quienes entiendan lo contrario, el hecho de que sea una mujer la que se embarace en un mundo patriarcal tiene un significado particular. Si a esto agregamos el hecho de que hasta hace menos de 500 años la mujer era entendida y tratada como objeto sexual, reproductivo y comercial; y en tanto objeto, sin derecho de decidir sobre sí misma; y que aunque el cristianismo le reconoció estatus de humana, no fue sino hasta hace unos pocos años que ha podido empezar a disfrutar de ciertos derechos y libertades gracias a las luchas de los movimientos feministas; entonces podemos entender el hecho de que los sectores conservadores le confieren más humanidad a un cigoto que a una mujer y que en caso de riego, prefieran salvar al cigoto antes que la vida de la mujer.

Lo religioso. El factor religioso es muy importante para entender el problema del aborto. Por lo menos en República Dominicana que es una nación confesional y en donde alrededor del 87% de las personas profesan alguna religión (mayoritariamente la cristiana), los argumentos religiosos cristianos tienen importancia tanto para las personas creyentes (por las creencias doctrinales que tienen), como para los políticos que tratan de complacer a los sectores que les pueden garantizar su permanencia en el poder. El problema con los argumentos religiosos es que se basan interpretaciones de la biblia que responden a los intereses de quienes interpretan, los cuales tratan de imponer por la fuerza sus argumentos al resto de los mortales. Obviamente una nación debe gobernarse sobre un estado de derechos consensuados a través de la razón, no por la moral de una religión particular.

Lo científico. Quienes han estudiado la evolución de los paradigmas epistemológicos saben que dichos paradigmas evolucionan sobre la base de consensos que, en el mayor de los casos, son impuestos desde los grandes imperios al resto del mundo. Y durante la vigencia de un paradigma, éste determina cómo se hace ciencia. Pero una cosa es la investigación científica y otra es la interpretación de los resultados de dichas investigaciones, las cuales, muchas veces, están mediatizadas por los intereses de quienes interpretan. Así muchos defienden científicamente, y supuestamente con evidencias, que se es humano desde la concepción. Lo cual parece estar poco claro hasta el momento. Los que defienden la vida desde la concepción, tienen mucha razón; porque incluso una bacteria es una vida, la cual también es una célula. Pero de ahí a que el cigoto ya sea un humano, hay una gran diferencia.

Lo político. Este factor juega un papel muy importante, porque son los políticos los que dirigen el rumbo en que irán las leyes que regirán a la nación. Pero contrario a representar los intereses de todos y todas, los políticos en el mayor de los casos sólo buscan su permanencia en el poder. Y como es obvio, habrá problemas que crear leyes que sean justas cuando se quiere congraciarse con quienes se entiende que pueden ayudar a permanencia en el poder. De manera que, a la mayoría de los políticos no les interesa ser críticos frente a la ciencia, ni frente a los argumentos religiosos, ni satisfacer los intereses de sectores minoritarios que no les representen votos. Esto, también es un problema.

Lo económico. Aquí hay que dejar claro que, en el mayor de los casos, a quienes afectan leyes en torno al aborto son a las mujeres de escasos recursos monetarios. Pues quienes tiene dinero pueden resolver viajando a un país donde haya otras legislaciones sobre el aborto. Por otro lado, la práctica ilegal del aborto favorece económicamente a quienes lo practican en la clandestinidad. Pero es un gran peligro para las mujeres que, por la razón que sea, se someten a la práctica en las condiciones más inhumanas posibles. En un país que se realizan más de 90,000 abortos al año, deberíamos tomárnoslo enserio.

En fin, tenemos diversas interpretaciones religiosas y diversas interpretaciones de las investigaciones científicas que se utilizan como argumentos para, dependiendo de los intereses, defender o no la práctica del aborto en sus diversas vertientes o en algunas de ellas. Y tanto la ciencia como la biblia dan para muchos tipos de interpretaciones.

Entre los intérpretes están los conservadores y los progresistas, entre otros. Y como sabemos, las interpretaciones de los sectores conservadores nunca han buscado favorecer las causas de las minorías, sino sus dogmas que les confieren poder. Y como en el mayor de los casos, los problemas económicos a ellos no les afectan, no parece importarles quienes son afectados por los mismos.

Así las cosas, se hace necesario que repensemos cuál es el mejor camino a seguir. Para ello, es necesaria una interpretación crítica de los textos bíblicos y de las investigaciones científicas. Por lo demás, sólo podemos preguntarnos ¿es más importante la vida del cigoto que la de la mujer?  No sabemos lo que opinaría el feto, pero ¿es lo más factible obligar a nacer a alguien que si vive no podrá ser autónomo ni independiente y tendrá que pasar la vida sufriendo? Sabemos que no es culpa de la criatura, pero ¿es obligatorio que la mujer víctima de violación o incesto tenga que llevar en su vientre una criatura si no lo desea, dado que el peso psico-emocional es inllevable? También, habría que preguntarse por las demás razones por las que las mujeres abortan: por que las obligan los hombres, por presión social o condena religiosa a la relación sexual fuera del matrimonio, por razones económicas, etc.

Obviamente, estas preguntas ya tienen respuestas pre-elaboradas por los diversos sectores, lo cual nos hace caer en un círculo aparentemente interminable, entre tanto miles de mujeres siguen practicando abortos de maneras clandestina y siendo víctimas de un sistema que no parece importarles poco la vida de las mujeres.


En medio de esta situación, es necesario prevención, acción legal y educación. Pero todo esto debería ir dirigido pensando en favorecer primero a las humanas que tenemos en medio nuestro. 

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