Por: Pedro M. Fernández
La consciencia de la percepción de normalidad nos faculta para discriminar aquello que es normal de lo que no lo es. Lo normal viene a convertirse en la media o estándar (cuasi divino) de lo aceptado y legitimado socialmente como bueno, válido, deseable, ideal, digno de imitación y veneración. De ahí todos los extremos (exceso y defecto) son malos. Lo normal constituye el patrón (modelo) a seguir por la sociedad en todos sus órdenes. Este puede variar dependiendo de diversos factores (tiempo, lugar, poderes de turno, etc.). Algunos son casi inamovibles. De aquí, todo lo diferente al modelo (paradigma dominante) en un momento determinado es visto como sospechoso, extraño, peligroso, contagio nocivo, maléfico, amenazante; lo cual le constituye en un agente imputable de condenación, satanización, patologización, medicalización, rechazo, persecución, desvalorización, culpabilidad, inferioridad, exclusión, estigmatización, etc.
Lo normal es el
resultado de procesos construcción, imposición y legitimación de las
estructuras de poder sobre la base de valores ideales. Ellos establecen qué es
lo normal, así nos domestican para acatarlo y todo aquello que no se amordaza
al modelo no es aceptado. Pensemos en la
educación formal, el hombre blanco, el modelo científico positivista, lo
noratlántico, el neoliberalismo económico, los modelos sexuales, las religiones
y los partidos de dominantes, el sentido común, entre otros. Justificamos sus
contradicciones, doble moral, defectos y crisis de forma acrítica, como seres
alienados por un sistema de dominación de la consciencia.
La normalidad
tiene un poder invisibilizador de lo heterogéneo en aras de sostener una
construcción simulada y artificial de la homogeneidad. Recordemos que la
realidad social es una construcción y que nuestra percepción es la forma en que
nuestro cerebro-mente reconstruye la realidad para nosotros. Entonces lo normal
presenta un carácter globalizador que invisibiliza lo heterogéneo, así crea una
ilusión generalizada de que lo diferente, lo disidente, lo que no encaja es una
excepción remota (cosa extraña) que debe ser atacada. Por ejemplo, todos los
cristianos no pensamos la religión de la misma manera, todos los educadores no
concebimos la educación como el sistema dominante, no todos los científicos se
someten al paradigma positivista, etc. La normalidad como imposición ideológica
de lo homogéneo da poder y control a la estructura dominante sobre la población
que se guía por los enunciados del sentido común.
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