domingo, 26 de marzo de 2017

“EL PROBLEMA DE LO NORMAL”


Por: Pedro M. Fernández

La consciencia de la percepción de normalidad nos faculta para discriminar aquello que es normal de lo que no lo es. Lo normal viene a convertirse en la media o estándar (cuasi divino) de lo aceptado y legitimado socialmente como bueno, válido, deseable, ideal, digno de imitación y veneración. De ahí todos los extremos (exceso y defecto) son malos. Lo normal constituye el patrón (modelo) a seguir por la sociedad en todos sus órdenes. Este puede variar dependiendo de diversos factores (tiempo, lugar, poderes de turno, etc.). Algunos son casi inamovibles. De aquí, todo lo diferente al modelo (paradigma dominante) en un momento determinado es visto como sospechoso, extraño, peligroso, contagio nocivo, maléfico, amenazante; lo cual le constituye en un agente imputable de condenación, satanización, patologización, medicalización, rechazo, persecución, desvalorización, culpabilidad, inferioridad, exclusión, estigmatización, etc.

Lo normal es el resultado de procesos construcción, imposición y legitimación de las estructuras de poder sobre la base de valores ideales. Ellos establecen qué es lo normal, así nos domestican para acatarlo y todo aquello que no se amordaza al modelo no es aceptado.  Pensemos en la educación formal, el hombre blanco, el modelo científico positivista, lo noratlántico, el neoliberalismo económico, los modelos sexuales, las religiones y los partidos de dominantes, el sentido común, entre otros. Justificamos sus contradicciones, doble moral, defectos y crisis de forma acrítica, como seres alienados por un sistema de dominación de la consciencia.


La normalidad tiene un poder invisibilizador de lo heterogéneo en aras de sostener una construcción simulada y artificial de la homogeneidad. Recordemos que la realidad social es una construcción y que nuestra percepción es la forma en que nuestro cerebro-mente reconstruye la realidad para nosotros. Entonces lo normal presenta un carácter globalizador que invisibiliza lo heterogéneo, así crea una ilusión generalizada de que lo diferente, lo disidente, lo que no encaja es una excepción remota (cosa extraña) que debe ser atacada. Por ejemplo, todos los cristianos no pensamos la religión de la misma manera, todos los educadores no concebimos la educación como el sistema dominante, no todos los científicos se someten al paradigma positivista, etc. La normalidad como imposición ideológica de lo homogéneo da poder y control a la estructura dominante sobre la población que se guía por los enunciados del sentido común.

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