Por: Pedro M. Fernández
Se nos ha
enseñado que como psicólogos debemos guardar cierta distancia respecto de la
realidad sobre la que operamos, es decir, debemos mantenernos al margen (ser
neutrales) de la realidad de la otra persona, para evitar ser juez y parte.
Asumimos que esto garantiza nuestra objetividad en el trabajo. Pero
recientemente, como crítico que soy, he empezado a cuestionar este supuesto.
¿Será posible
ser neutrales en imparciales frente a la realidad sobre la cual operamos? ¿Será
cierto que la impersonalidad garantiza la objetividad en el trabajo
psicológico? ¿Es posible ser objetivos en algún ámbito de la ciencia? ¿Es esta
pretensión propia de la psicología y en caso de que no lo sea, de quién la
hereda?
Lo cierto es que
todo esto es propio del positivismo lógico, paradigma epistemológico dominante
que presume una asepsia cientista en la que se basa su objetividad y que hereda
de los métodos utilizados en ciencias naturales. La psicología desde sus
inicios en Estados Unidos, en busca de estatus social y de reconocimiento
científico, trató de imitar a las ciencias naturales en su modelo epistemológico,
basado en el positivismo de Comte.
Ahora bien, dado
el hecho de que las ciencias son el producto del ser humano (ser limitado y con
intereses), ninguna ciencia puede ser objetiva en sentido positivista.
Considérese el hecho de que nuestro único contacto con el mundo exterior es
nuestro sistema sensorial y que la realidad es sólo una construcción subjetiva
de nuestro cerebro (percepción) y una ilusión socialmente compartida. De manera
que la objetividad es cuestionable en cualquier ámbito.
Por otro lado,
hay que tomar en consideración que somos seres interesados y que nuestros
intereses personales se inmiscuyen en todo lo que hacemos. De manera que no es
posible la asepsia científica frente a una realidad psicosocial determinada.
Siempre tendremos que situarnos en algún punto para evaluar el resto de la
realidad. Así que, a lo más podremos simular neutralidad e imparcialidad.
De manera que la
impersonalidad no garantiza la neutralidad, imparcialidad u objetividad, sino
únicamente responder al paradigma del imperialismo cientista. Esto queda
demostrado cuando observamos la historia de la evolución de la ciencia. Sobre
todo cuando analizamos la inconmensurabilidad de de la ciencia en T. S. Kuhn,
quien pone de manifiesto la falacia del positivismo lógico y la inconsistencia
del falsacionismo popperiano, demostrando que la evolución de la ciencia y el
cambio de paradigma responden a intereses que se imponen sobre otros creando un
imperialismo cientista, en el que se desecha todo acercamiento epistemológico y
toda aplicación práctica alternativa.
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